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EL jueves es un  día grande en Sevilla. El jueves es uno de los días más tranquilos de la Semana Santa y termina de madrugada, lo que a veces se olvida. El jueves es el día de la procesión del Corpus, aunque la fiesta litúrgica se trasladó al domingo. El jueves es el día de la Europa League, para el club que la juegue. Y el jueves es el día de la discordia en la calle Feria, donde montan un mercadillo que está en el ojo del huracán. Bueno, en el ojo de la Autoridad Municipal, del Cecop, o lo que sea, que ya ha intervenido por motivos de seguridad. Como en el baculazo del Martes Santo, la seguridad es la excusa que han encontrado para hacer un plan de ordeno y mando.

Así que la semana pasada fueron los policías locales al Jueves y mandaron parar. Con la consecuencia de que desmontaron más de 30 puestos, que allí estaban ubicados. Chesterton publicó en 1908 una novela ingeniosa titulada El hombre que fue Jueves y que no tiene nada que ver. Pero en los tiempos de Chesterton ya existía el Jueves sevillano, evocado en Rinconete y Cortadillo, así que conserva algo de cervantino. Siempre que se escribe del Jueves se debe incluir esa mención literaria, así como recordar que probablemente existía el mercadillo desde antes de la reconquista de la ciudad por Fernando III. Aunque no consta que el Santo Rey comprara antigüedades ni espadas en El Jueves.

Así las cosas, algunos puestos son mejores que otros. Las leyendas negras de este mercadillo, igual que pasaba con el de la Alameda, lo comparan con la exposición de objetos robados que a veces muestra la Policía, pero tampoco es eso. Muchas personas se ganan la vida honradamente. Los mercadillos en Sevilla pasan por ser tercermundistas. Pero hay mercadillos en París y Londres, sin ir más lejos, que son ciudades asimismo muy queridas y visitadas por los turistas, vaya o no vaya Obama. Este mercadillo, bien promocionado, sería otro aliciente para el turismo, que acude donde va la gente, como Vicente.

Si en El Jueves están autorizados 124 puestos, no debería haber ni 125. Los permitidos desde los tiempos de Monteseirín. Ni más, ni menos. Tampoco pasaría nada por negociar una mejor ubicación de los puestos, menos molestias para los vecinos, más seguridad… Todo eso se entiende que es mejorable. Pero no debe ser una excusa para que Juan Carlos Cabrera, al mando de las fuerzas, ordene otro baculazo, con el objetivo de cargarse este mercadillo que existe desde antes de San Fernando, y puede que desde antes de Santa Justa y Santa Rufina, que asimismo salen en su paso un jueves, el día grande de Sevilla.

José Joaquín León