LA Medalla de Andalucía de Antonio Martín fue festejada ayer en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. El grupo de ‘Los cleriguillos’, con el propio Antonio (visiblemente emocionado), puso la nota gaditana de un Carnaval que ya es historia. Casualmente, ha coincidido la entrega con las vísperas de una final en la que hay pocos cambios. Los finalistas podrían ser los mismos de hace 10 años, con apenas las excepciones del coro de los Estudiantes y las chirigotas de Iván Romero y el sevillano Pablo de la Prida. En la comparsa tenemos continuismo: los grupos de Martínez Ares, Juan Carlos Aragón, Ángel Subiela y Los Carapapas.

Ahora se habla de la crisis del Carnaval de Cádiz. Los tuyas-mías con Canal Sur y los datos de audiencia han revelado algo que se temía: el Carnaval interesa menos en el resto de Andalucía. Por decirlo con más propiedad, se mantiene el interés en las provincias de Cádiz y Sevilla, pero en el resto baja. Organizan sus propios concursos (bastante malos, por cierto) en otras ciudades; y en provincias como Granada y Almería no existe afición.

El aumento de grupos que concursan en los últimos años es una apuesta por la cantidad y la mediocridad, que ha dañado la calidad. El Carnaval es novelería y frescura. Todos los años cambian los tipos y los repertorios. El Carnaval exige creatividad constante.

Antonio Martín llegó por todo lo alto con 18 años. Fue capaz de rivalizar con los grandes, con Paco Alba y Enrique Villegas. Después estuvo medio siglo de Carnaval en primer plano, compitiendo con otros autores de valía, con Pedro Romero, con Joaquín Quiñones, con Antonio Martínez Ares, que entró con aires renovadores, y con los que aparecieron después, con Tino Tovar, Juan Carlos Aragón, Jesús Bienvenido y demás. El único chaval que entró en el siglo XXI para disputar los premios fue Luis Rivero con ‘Guadalupe’ (2003). Los demás jóvenes se debatían entre la mediocridad y la incomprensión.

Don Antonio es el modelo que no se ha seguido, un caso excepcional. El Carnaval ha perdido ingenio, pero también la esencia con la que triunfó el martinismo: la gaditanía.

José Joaquín León