LA visita de Jorge Alberto Mágico González ha servido para recordar los mejores tiempos de la historia del Cádiz. Coincidieron con los años del salvadoreño, pero también con otros futbolistas, como Pepe Mejías y el once del ascenso en Elche, con entrenadores como Milosevic y Espárrago, y con la presidencia de Manuel Irigoyen. Coincidió con el tiempo inmediatamente anterior a las sociedades anónimas deportivas, que es cuando se estropeó la magia. Más allá de lo histórico, quedó algo importante: el Cádiz de la magia amarilla. Consistía en hacer posible lo que parecía imposible.

Puede que en el siglo XXI los últimos destellos de aquella magia hayan sido el ascenso a Primera en Jerez, con el gol de Oli, y el último ascenso a Segunda en Alicante, con el gol de Güiza. La magia es lo contrario de lo que vimos en el final de la última temporada, cuando el Cádiz tiró a la basura la posibilidad de disputar el ascenso, cediendo un empate en la prolongación ante un Tenerife que no se jugaba ya nada, y con un partido repleto de inoperancia en Granada.

Los pequeños detalles pueden marcar la gloria o la ruina en el futbol. En Alicante, el Cádiz vivió un descenso traumático al pozo de la Segunda B, en 2008, con aquel penalti que falló Abraham Paz ante el Hércules en el último minuto. En Alicante, ocho años después, el gol de Güiza permitió que el Cádiz saliera de la Segunda B, cuando había quedado cuarto y había flojeado bastante. El Hércules, por cierto, no ha sido capaz de ascender desde entonces.

Es un ejemplo más de que los clubes no ascienden cuando quieren, sino cuando se les presenta la oportunidad. Fíjense en lo que le pasó al Cartagena esta temporada: frente al Rayo Majadahonda perdió el ascenso de campeones a Segunda en el minuto 96, y después también se le escapó ante el Extremadura. El Valladolid ascendió a Primera después de ser quinto y clasificarse para las eliminatorias en la última jornada, en un duelo directo frente a Osasuna.

No regalar partidos tontamente es el primer mandamiento de la ley de los ascensos. La magia es justo lo contrario de la mediocridad y el conformismo. La magia es la que hizo grande al Cádiz. Para que haya magia se necesitan jugadores con un talante especial, no sólo trotones, que también los había al lado de Mágico. Y lo malo era cuando el entrenador de turno quería que Mágico trotase. Cada cual en su sitio.

Entre los fichajes de esta temporada, hasta ahora, el que más ilusiona es Aketxe, un futbolista que también tiene un carácter especial, para bien o para mal. Cervera le supo sacar un buen rendimiento durante su estancia como cedido. Tiene un guante para las faltas y puede ayudar en las jugadas de balón parado. En el Mundial se ha visto que son muy importantes.

Pero está por ver lo que ocurre con Salvi y Alvarito (¿se descapitalizará el Cádiz por los extremos?) y, por supuesto, el fichaje del ariete. Si no viene Ortuño (es inexplicable que prefiera irse al Albacete) deberían fichar a otro igual o mejor. Como ya se ha comentado, todavía queda tiempo para afinar la plantilla. Por eso nos hemos distraído con la nostalgia de la magia que perdimos.

José Joaquín León