EL formato equivocado del Trofeo Ramón de Carranza de este año tuvo el peor desenlace posible para el Cádiz. Cayeron en la tanda de penaltis después de unos lanzamientos que bordearon el ridículo, con uno al poste y dos a las nubes. El portero Raúl Fernández, que fue el mejor de Las Palmas, ni siquiera necesitó parar alguno para que su equipo se clasificara sin chutar el último. El Cádiz empató en el minuto 92, con un gol de Salvi, pero debió dejar el partido resuelto en el primer tiempo. Las Palmas pasó a la final con la mínima ley del esfuerzo, simplemente aprovechando los errores cadistas.

Supongo que la alineación de Álvaro Cervera estaba pensada para que el Cádiz jugara la final. Mezcló supuestos titulares con suplentes. Dio la oportunidad a dos futbolistas del filial, el portero David Gil y el extremo Manu Vallejo. También pudimos ver a jugadores nuevos en el once titular, como Matos, Agra y Mario Barco. Así como la reaparición de José Mari y el regreso de Aketxe. Junto a otros de la temporada pasada, como Rober Correa, Marcos Mauro, Kecojevic y Álex Fernández.

Una mezcla de futbolistas veteranos y nuevos, que en la primera parte jugaron a ráfagas. Entre los nuevos cocinaron la mejor jugada del primer tiempo, con una subida de Matos, que centró, para que Agra asistiera a Mario Barco, cuyo remate fue desviado por el portero Raúl Fernández al poste cuando se cantaba el gol, que hubiera sido un golazo. Mario Barco tuvo tres oportunidades claras. Demostró este tesonero futbolista que trabaja a destajo arriba, pero su fuerte no es el remate.

Y, por eso, se puso por delante Las Palmas. Porque en el minuto 57, Rubén Castro remató a la red de cabeza, y puso de manifiesto la diferencia entre un delantero goleador y un delantero tesonero. La diferencia es que uno marca y el otro es más difícil que lo consiga.

En la segunda parte vimos el previsible carrusel de cambios. Entre los debutantes en Carranza se notó el exceso de responsabilidad para Manu Vallejo, que pareció atenazado. Después del gol, el Cádiz se desmoralizó y parecía condenado a perder, aunque se estiraba por inercia. El debutante Juan Hernández puso ganas por la izquierda. Perea lo intentaba a base de detallitos. Sin embargo, ya en la prolongación, un balón cortado por Karim fue bien jugado por Mario Barco y culminado por Salvi con un zapatazo que entró como un obús. Salvi había vuelto.

Así se llegó a la tanda de penaltis, lastimosamente disputada por el Cádiz. El entrenador hizo los cambios de modo tal que los dos lanzadores principales, Álex y Aketxe, ya no estaban jugando. El primero lo lanzó Rober Correa al palo y eso ya fue inquietante. Aunque el joven portero David Gil detuvo el lanzamiento de Mir no sirvió para nada. Por el Cádiz sólo marcaron dos debutantes, Karim y Juan Hernández, mientras los otros dos veteranos, Perea y Salvi, lanzaron los dos últimos a considerable altura. Fue un ejemplo de cómo no se debe preparar una tanda de penaltis, que era una posibilidad no tan rara.

El equipo está a medio hacer y se notó. Para colmo, el formato del Trofeo también se ha notado. Los errores tienen consecuencias.

José Joaquín León