OTRA derrota del Cádiz a última hora, en una jugada penosamente disputada. Pero esta vez debieron perder mucho antes, Si no volvieron con más goles en contra de Son Moix fue gracias al portero Alberto Cifuentes, que salvó tres que se cantaban. Bochornosa actuación de la defensa, que se quedó con sus vergüenzas al aire en el segundo tiempo. Parece que este Cádiz atraviesa un mal momento, en una semana que ha sido lamentable, tanto en el campo como en los días previos. El entrenador, Älvaro Cervera, debe reflexionar sobre esta derrota y sobre él mismo.

La alineación fue un fiel reflejo de las ideas del entrenador, que es partidario de los castigos. Aunque si sigue esa norma, no se sabe a quién alineará en el próximo partido. Dejó fuera de la expedición a Perea y a Rober Correa, a los que claramente señaló por el empate postrero del Oviedo en Carranza. Tampoco se desplazó el supuesto refuerzo Lekic, del que dijo su entrenador que llegó pasado de peso (o sea gordito), aunque no mucho, lo que siempre es un consuelo. Con detalles como esos, y con decir que el equipo de esta temporada es peor, fue creando ambiente para lo que después se vería.

La novedad fue la presencia de Edu Ramos, junto a José Mari, Álex y Aketxe, lo que le permitió concentrar más jugadores en la zona ancha para dejar a Mario Barco en punta, con  el apoyo de Manu Vallejo. La primera parte fue más equilibrada, y hasta se pudo adelantar el Cádiz, en un disparo de Aketxe que tocó en el palo. Aunque después el Mallorca tuvo otra ocasión.

En la segunda parte, un cabezazo de Mario Barco, rozando el poste, sirvió de espejismo. Pronto el partido se convirtió en un aluvión del Mallorca, que hacía lo que se le antojaba por las bandas, y con Salva Sevilla como director de orquesta. Era evidente que el Cádiz jugaba nervioso. Empezaron a flojear Carmona y Matos en los laterales, pero sobre todo el central Marcos Mauro, que cometió dos fallos clamorosos, de los que valen su peso en goles.

Fue una suerte que Alberto Cifuentes tuviera una noche de aciertos. Salvó tres goles en tres buenas paradas. La defensa era como un flan, por los nervios y por la blandenguería. El campo era un patatal, y no quedó claro si fue una ventaja o un inconveniente.

La entrada de Salvi aportó poco al principio; aunque a fuerza de intentarlo, envió un centro en el que Manu Vallejo fue derribado, sin que el árbitro pitara penalti. Tras esa jugada fue relevado Manu por Romera. Después José Mari, agotado, cedió su puesto a Karim Azamoum, poco visto hasta ahora. Pareció que el Cádiz tenía otra vez controlado el partido y regresaría con un milagroso empate. Pero no pudo ser.

En el minuto 89, otra vez al final, se consumó la tragedia. En una jugada absurda, en la que regalaron un córner. Para colmo, no supieron despejarlo y permitieron que Alex López rematara en solitario, dándole como pudo. Un gol de churrete que se pudo evitar. Otra vez la misma historia.

Lo peor no fue perder al final, sino la imagen de la segunda parte. Hay que llegar a los 50 puntos. Y no será fácil si cometen esos errores dentro y fuera del campo.

José Joaquín León