A la media hora, si nos dicen que el Cádiz-Numancia va a terminar con 2-4 en el marcador, hubiéramos pensado que era imposible. El Cádiz ganaba por la mínima, era superior y controlaba el juego. Nadie podía pensar entonces que un error garrafal de la defensa y un arbitraje impresentable de Ávalos Barrera (con VAR incluido) romperían el partido. El Cádiz cayó víctima de las circunstancias y de sus propios errores. Pareció como si se hubieran ido de vacaciones antes de tiempo. Primero no tuvieron el corazón caliente y después tampoco la cabeza fría. Se estropeó absurdamente una noche que debía ser de fiesta por la gran temporada.

El Numancia salió precavido. No parecía que iban a destrozar las estadísticas del líder en Carranza. Menos aún después del golazo que marcó Perea antes del cuarto de hora. Sacudió la red con un latigazo que recordó algunas jugadas de Messi, cuando él mismo se lo fabrica todo. Se veía venir que la noche podía culminar con un triunfo claro para cerrar una temporada espléndida. Sin embargo, el Cádiz se adormeció en el último cuarto de hora.

El empate llegó en un córner, en el que dejaron totalmente solo a Derik para que telegrafiara un cabezazo que entró precisamente por el palo izquierdo, donde estaban dos jugadores amarillos mirando. Esta pasividad defensiva fue decisiva. Se llegaba al descanso con un empate, cuando se pudo decidir el partido, a nada que hubieran apretado al rival.

Para colmo de males, en la segunda parte hubo unos minutos fatídicos, en los que el árbitro Ávalos Barrera utilizó el VAR a su manera para hundir al Cádiz. Primero no quiso pitar un penalti a Salvi, en el que el defensa no toca el balón y casi lesiona al extremo al derribarlo. A continuación expulsó al mismo Salvi, tras otra revisión, en la que cambió la tarjeta amarilla por la roja por un supuesto pisotón en un tropiezo fortuito. La tercera jugada polémica de la noche fue una imbecilidad de Espino, que pateó en el límite del área a un rival. El árbitro, que había pitado falta, lo corrigió a penalti, y perdonó la expulsión a Espino, quizá porque ya se había propasado con Salvi.

Tras el 1-2 del penalti, pronto el partido se puso imposible, con otra blandenguería defensiva que facilitó el 1-3 de Curro. El Cádiz recordaba al descontrol de Alcorcón, por sus propios errores y por los del árbitro. A base de coraje, por fin reaccionaron y acortaron con el gol oportunista de Querol. Cervera había puesto en juego a Quezada, que subió por su banda; a Querol, que marcó y acreditó que está en mejor forma que Lozano; y a Jurado, que completó su recuperación durante 10 minutitos. Otro error por la banda derecha, que tapaba Sergio y era un coladero cuando entraban en velocidad, permitió a Higinio acabar con las esperanzas de remontada.

Partido para obtener conclusiones. La principal es que el Cádiz no se puede despistar, ni evadirse del partido para complicárselo ellos mismos. También que los arbitrajes están en una dinámica de riesgo. Y, por último, que este borrón no debe enturbiar lo conseguido por el Cádiz, ni el objetivo del ascenso al que debe aspirar.

José Joaquín León