EN el segundo viaje de la temporada a Aragón, el Cádiz hizo lo mismo que en el primero. En Huesca empató en la última jugada del partido. Ayer, en Zaragoza, lo consiguió en la penúltima. Gracias a un Aitorazo. El extremo talismán había entrado para jugar a la desesperada los minutos de postrimerías. Se pagaban las consecuencias de un error en la última jugada del primer tiempo, cuando marcó Ángel por un memorable despiste defensivo. Pudo costar muy caro al Cádiz.

En La Romareda, un bonito escenario, con más de 17.000 espectadores en las gradas, el Cádiz tenía un compromiso de prestigio para seguir arriba. Jugaron de verde, con  Iván Malón y Luis Ruiz manteniéndose en los laterales, y con el regreso de Aridane para acompañar a Sankaré. Empezaron un poco cohibidos, ante un Zaragoza que apretaba. Alberto Cifuentes evitó que se pusieran pronto con ventaja.

Ese agobio duró poco. El Cádiz tuvo más o menos controlado el partido. Ambos equipos guardaban precauciones por el miedo a perder. Hasta que todo se vino abajo en la última jugada, cuando se esperaba el descanso con 0-0. En una falta muy lejana, los defensas se durmieron, permitieron una internada y un centro que Alberto Cifuentes tampoco pudo atajar. Ángel, que estaba preparado, cabeceó a placer.

Gol tonto de última hora, de los que encaja un equipo de pardillos. Impropio de un Cádiz que debe estar concentrado para mantener a salvo su portería y ver qué pasa. Lo que pasó fue que necesitaron cambiar los esquemas en el descanso. Abdullah relevó a Garrido para tomar las riendas.

El jugador más peligroso del Cádiz era Alvarito, que ya había avisado en la primera parte. Ortuño seguía en esa fase gris donde no le llegan muchas ni las aprovecha. Mientras que Salvi trotaba sin mucho sentido. Aketxe daba buenos pases cuando el balón estaba parado, pero no en movimiento. En una escapada mortal de Alvarito se debió empatar, pero la salvó Feltscher bajo los palos. En otra, el portero Ratón le sacó un disparo demasiado impreciso.

Novedoso fue el regreso de Güiza, que casi remacha a gol un saque de esquina, nada más salir. Hubiera sido estupendo, pero no pudo ser. Así que el Cádiz ya iba a la desesperada. En los últimos minutos, cuando ni siquiera iban, entró Aitor y pasó Alvarito al lateral. Un cambio que creó problemas atrás, y restó velocidad delante. Pero que, al final, fue la clave del partido. Porque Aitor cazó el balón fuera del área y envío un obús que Ratón no vio hasta que estaba dentro. Aitor confirmó que es un  talismán para esos minutos finales. Así llegaba el empate, justo en el minuto 90.

Para rematar la noche, el Cádiz jugó muy mal los tres minutos de prolongación. Eso se debería cuidar más, porque no perdieron de milagro. Regalaron un saque de esquina innecesario y después Sankaré no evitó un remate de Xumetra, que estuvo a punto de entrar. Menos mal, menos mal.

Para clasificarse en los puestos de fase de ascenso hay que evitar ciertas desaplicaciones, tanto detrás como delante. A estas alturas, los fallos se pagan muy caros.

José Joaquín León