FUE una lástima que el Cádiz no dejara ayer sentenciada la eliminatoria contra el Tenerife. Superó por completo al equipo canario, que sólo se mantiene vivo gracias a la fortuna y al arbitraje anticasero de Arcediano Monescillo. El Cádiz, tras el chupinazo de Aketxe, tuvo todo a su favor para sentenciar, pero en los últimos minutos acusó el enorme esfuerzo realizado. En el terreno de juego se vio que el Tenerife no es un rival tan temible, y que atrás es vulnerable. Por ello, en el partido de vuelta, hay motivos para la esperanza. Aunque será fundamental mantener la concentración que siempre tuvieron ayer.

Álvaro Cervera se la jugó con Rubén Cruz de titular. Dejó en el banquillo a Ortuño y Abdullah, con lo que expresaba una firme apuesta por mantener su portería a cero. Con Rubén, un futbolista honrado que se entrega, ganó más intensidad para romper el juego de creación del Tenerife. Sin embargo, nunca sabremos lo que hubiera pasado en la segunda parte si entra antes Ortuño, cuando el Cádiz más dominaba. Porque Rubén Cruz ha tenido negada la capacidad de marcar durante toda la Liga. Ayer también.

En la primera parte, el Cádiz mereció  adelantarse. Por la banda izquierda, Alvarito era un puñal que entraba cada vez que lo intentaba. Por el contrario, Salvi no podía hacer lo mismo en la derecha. Veíamos a un Cádiz cojo. Fiado sobre todo al balón parado de Aketxe. Así llegó un gol, en saque de esquina, rematado de cabeza por Aridane. Pero lo anuló el árbitro Arcediano  Monescillo, al interpretar una falta a Germán, que se tiró descaradamente tras un contacto con Sankaré, cuando se vio que no tenía ninguna opción de despejar ese balón.

Fue una anulación vergonzosa, impropia de una eliminatoria de ascenso a Primera, donde esos detalles tienen importancia. El árbitro fue una bendición para el Tenerife en la primera parte. Les perdonó tres tarjetas amarillas de manual y una falta que era ideal para un zurriagazo de Aketxe. En caso de duda, siempre en contra.

El Cádiz insistía, ante un Tenerife que se limitaba a controlar. En el segundo periodo, seguía igual, con Alvarito como referencia en la izquierda. Un remate de Salvi lo tocó Sankaré y dio en el palo. En los saques de esquina, el árbitro casi siempre señalaba falta contra el Cádiz. Una caída de Aridane en el área, similar a la falta que pitó a Germán, no la consideró. Pero un zambombazo de Aketxe se lo comió el portero Dani Hernández. El Cádiz se adelantaba con 1-0. Y con casi media hora para rematar a un rival atemorizado.

La entrada de Abdullah por Salvi coincidió con el mayor dominio. El Tenerife temblaba, viendo lo que le podía pasar. Sin embargo, faltó puntería y se escaparon con un resultado que deja la eliminatoria abierta. El Cádiz, ya con Ortuño, se fue apagando, por el gran esfuerzo, y por ciertos nervios que sobraron al final, cuando recularon por inercia.

Está por ver si el derroche físico les pasa factura el domingo. Necesitarán máxima concentración atrás y no renunciar al contragolpe. Se vieron motivos para pensar que este Cádiz puede y debe llegar a la última eliminatoria.

José Joaquín León