EL discurso navideño del Rey tuvo matices novedosos en lo que dijo, pero fue más interesante por lo que insinuó. La lectura entre   líneas de su apelación a la convivencia y a restañar las heridas entre las dos Cataluñas fue lo más interesante. Porque establece   la disposición de la Corona a arbitrar un nuevo panorama político, donde tendría cabida una reforma de la Constitución. Sin decirlo expresamente, el Rey ha asumido que el inmovilismo es imposible después de los resultados electorales del 21 de diciembre. Sólo serviría para encanallar y prolongar todavía más un conflicto político que ya provoca el hartazgo de muchos españoles.

Las reacciones al discurso estuvieron en la línea de siempre. Los que van de republicanos por la vida, como Pablo Iglesias, jamás alabarán un discurso de Felipe VI, aunque incluyera la mitad del programa de Podemos, que no es el caso. Por el contrario, Albert Rivera se mostró entusiasmado, y también fue aplaudido por los otros partidos constitucionalistas. Mientras que en los partidos independentistas han insistido en que es “el Rey del artículo 155”, si bien es cierto que Carme Forcadell expresó su “respeto por la opinión del Jefe del Estado”.

Algo se está moviendo en Cataluña, porque las divergencias entre Puigdemont y sus seguidores frente a ERC empiezan a ser evidentes. Un panorama que, antes o después, podría llevar a otras elecciones catalanas durante el año 2018. En ERC no gusta nada el presunto exilio de Puigdemont en Bruselas mientras Junqueras sigue en la cárcel, con pocas opciones de salir. Todavía gustaría menos que no regrese a Cataluña y pretenda gobernar desde Bélgica, prolongando una esperpéntica situación. En ERC suponen que Puigdemont terminará quedando en evidencia, y que ellos podrían ganar unas nuevas elecciones.

En el futuro de Cataluña hay demasiadas inquietudes y problemas de difícil solución. El primero, como ha apuntado el Rey, es recuperar la convivencia de una sociedad fragmentada. Para ello deberán encontrar nuevos acuerdos. Eso repercutirá en el resto de España. Ya se ha calculado que si se concediera a Cataluña una financiación como la del cupo vasco, entre las comunidades más perjudicadas estarían Madrid y Canarias. Pero también Andalucía podría perder una asignación importante, que algunos estiman en más de 2.000 millones de euros. No es sólo un juego de palabras, en relación con la plurinacionalidad, sino que “recuperar la convivencia” con los independentistas saldrá bastante caro.

José Joaquín León