FUE muy interesante el protocolo del palco del estadio, en la noche del Cádiz-Sevilla, de Copa del Rey. Nos sirvió para intuir lo que podría pasar en caso de que el Cádiz consiga el ascenso a Primera, toda una revelación. Para empezar, estaba presente el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, que es sevillista y no lo disimula, por lo que acudió al debut de su nuevo entrenador, Vincenzo Montella. Le acompañaba el delegado del Gobierno, Antonio Sanz. Interesante también que el presidente del Cádiz, Manuel Vizcaíno, se sentó junto al presidente del Sevilla, José Castro, que es ahora el rival de su amigo José María del Nido, con el que también empezó como amigo antes de ser enemigo. Esto en el fútbol pasa mucho. Quique Pina y Juan Carlos Cordero se sentaron como a su aire, debido a los cordiales enfrentamientos.

Era noche de corbatas (y de bufandas), con lo cual se empieza mal, ya se sabe. La principal autoridad gaditana presente en el palco fue esta vez el concejal Adrián Martínez de Pinillos, que no se vistió con el terno oscuro de aquel día de la Patrona, sino que se le entreveía una camiseta negra con inscripciones. Adrián aportaba un aspecto como gótico, un poco desfasado ya, como si asistiera a un concierto de Barón Rojo, por no decir de Alaska y los Pegamoides. Tampoco importa tanto como se vista Adrián, ¿eh?, pero era noche de fiesta, y en realidad el que debía ir al palco es el alcalde, que para eso representa a la Alcaldía.

Lo más criticable de la noche, ante la selecta representación desplazada, es que se desperdició una ocasión para poner en valor el Gran Hotel del Estadio. Desde Sevilla sólo hay 120 kilómetros de distancia, pero se podrían haber alojado y desayunado en el hotel, si existiera. O haberlos invitado a cenar en su restaurante. En el caso improbable de que el Cádiz siga adelante, y nos toque el Real Madrid o el Barcelona en una noche de Copa, imaginen la utilidad que tendría el Gran Hotel del Estadio.

Una vez que el concejal reprobado David Navarro dejó de incluirlo en las cuentas parece que ya no le interesa a nadie ese hotel. Lo mismo da si lo venden, o se queda ruinoso para siempre. Con lo cual se aprecia que el único interés era politizar el hotel, por un lado; y hacer triquiñuelas con las cuentas, por el otro. Siendo el hotel una simple excusa, lo menos importante.

Pero el hotel es vendible, aunque lo excluyan en el presupuesto. ¡Ánimo, David! Empiezan las rebajas de enero. Y si no cuela, al menos que sirva para quitarle otra facultad al campus de Puerto Real.

José Joaquín León