SEGÚN mis cálculos, el Año del Tricentenario de la Casa de la Contratación no ha terminado todavía, excepto que haya durado medio año, ya que la conmemoración oficial arrancaba en mayo de 2017. Pensar que el Tricentenario ha originado una frustración en la ciudad sería exagerado, pues no ha pasado nada para rasgarse las vestiduras, sino que no ha pasado nada (o sea, nada de nada), que es lo que se esperaba. Ha sido una celebración académica y de andar por casa tranquilos, que contaba con dos grandes especialistas: Manuel Bustos, catedrático de Historia Moderna (que fue quien lanzó la idea antes de que empezaran los actos del Bicentenario), y Manuel Ravina, un gaditano, director del Archivo de Indias de Sevilla, el sitio clave. Pero al final resultó que el líder del proyecto era Fran González, o eso se dijo. Y Fran hizo lo que pudo, lo intentó.

El proyecto fracasó desde que se inhibió el Ayuntamiento de Cádiz, porque el alcalde, José María González, no quería saber nada de eso. En 1717, el Ayuntamiento fue la institución que presionó para el traslado de la Casa de la Contratación. Las fuerzas vivas gaditanas de hoy, por no indisponerse con el Ayuntamiento, se tragaron el sapo y permitieron que el alcalde se inhibiera.

Este no era un proyecto de los pequeños municipios de la provincia, a los que se supone que atiende la Diputación. Por el contrario, era una ocasión para haberlo conmemorado conjuntamente con Sevilla, aunque allí el traslado sentó fatal. Sólo así se podía implicar a la Junta de Andalucía y el Estado, que por supuesto han pasado totalmente, al dársele una dimensión localista, sencilla, estudiosa y campechana.

El Bicentenario de 1812, que fue un evento importantísimo, pudo salir mejor. Pero no hay nada previsto en los próximos años que se le pueda comparar. Aparte de que las autoridades locales tienen un despiste morrocotudo. Otro gran ejemplo es el Año de Murillo, que se está celebrando en Sevilla por todo lo alto y que se prolongará durante 2018. Aunque no se conmemora su muerte, sino el IV Centenario del nacimiento, resulta que Cádiz es muy importante en la trayectoria de Murillo. Cuando pintaba en Santa Catalina para los Capuchinos de Cádiz, sufrió la caída que le ocasionó la muerte poco después. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido pedir que alguna de las exposiciones venga a Cádiz, o bien organizar algo interesante. Este Murillo, por cierto, pintó la Inmaculada que preside el Oratorio de San Felipe Neri, el lugar emblemático de las Cortes durante el Bicentenario.

José Joaquín León