AL reconvertir la antigua Cárcel Real en Casa de Iberoamérica, el Ayuntamiento de Cádiz hizo una apuesta de futuro. Además completó la rehabilitación ejemplar de un edificio que había quedado prácticamente destruido en los años 80 del siglo pasado. Desde 2010, en los años previos a la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812, la Casa de Iberoamérica fue el centro que acogió importantes exposiciones y actividades. Allí la anterior alcaldesa, Teófila Martínez, tenía puestas muchas esperanzas para que la ciudad siguiera abierta a América, una vez que pasaran los eventos de La Pepa.

Sin embargo, con el tiempo, ha entrado en una lamentable decadencia. Hasta el punto de que ese espíritu americanista que se intentó recuperar en Cádiz (y que está íntimamente ligado a su historia) entró en el camino de perderse. Si el Ayuntamiento de Cádiz hubiera capitaneado las actividades del Tricentenario de la Casa de la Contratación (como hubiera sido lógico, ya que en el siglo XVIII capitaneó el traslado y entonces no había diputaciones), es obvio que la Casa de Iberoamérica hubiera sido el espacio central para la celebración. Pero referirse a eso ahora ya no tiene sentido. Porque los años pasan, y a veces se desperdician.

La Casa de Iberoamérica de Cádiz era una iniciativa que pretendía aunar esfuerzos con los gobiernos y municipalidades del otro continente, de modo que se reforzaran los vínculos con iniciativas conjuntas. Podía tener un notable impacto para la economía, la cultura y el turismo. Dinamizar el desarrollo, como dicen ahora. Al tiempo que sería un edificio emblemático y bien dotado para acoger actividades económicas, culturales y turísticas.

Con la visión cateta y cutre a la que estamos habituados, el asunto se ha reducido a la liquidación de la Sociedad Cádiz 2012, una vez que se quedó desfasada. Ya no estamos en el 2012, pero su espíritu y objetivos se podían adaptar a una nueva sociedad que la continuara con otro nombre.

Para rematar la faena, y terminar de liquidar el americanismo gaditano, al alcalde José María González, en su ignorancia cultural (quizá bienintencionada), se le ha ocurrido regalar el antiguo Gobierno Militar a la Universidad y trasladar algo a la Casa de Iberoamérica, para aprovecharla mejor, según algunos. Pero será para desaprovecharla mejor, pues no debería servir para eso. Mientras, en Sevilla, se preparan para capitalizar las relaciones culturales con América, con el gran centro cultural que van a crear en las Atarazanas. Como suele ocurrir, después llegarán las lamentaciones por la oportunidad que perdió Cádiz.

José Joaquín León