EL buque escuela Juan Sebastián de Elcano es como un trozo de Cádiz que navega por el mundo. Como dicen los tópicos, es inconcebible Cádiz sin el Elcano y el Elcano sin Cádiz. En Navantia de San Fernando (antes Bazán) le han terminado una puesta a punto, con reparaciones para que aguante varias temporadas más. Tanta importancia tiene esta escuela ambulante de la Marina española que al arsenal de la Carraca han acudido dos Reyes de España para verlo: el vigente monarca, Felipe VI, y el emérito, Juan Carlos I. Algo poco frecuente en los últimos tiempos. Contrasta ese interés de la Corona con lo sucedido en Cádiz: al Juan Sebastián de Elcano lo han desplazado en el muelle para que ocupe su sitio la carpa del Carnaval.

Me parece lamentable, aunque ese cambio haya sido acordado y pactado con la Autoridad Portuaria, y aunque se celebren allí los actos previstos por el colectivo Cádiz con Elcano, cuyo portavoz es Julio Terrón. Además, el comandante, Ignacio Paz, recibirá la reproducción de La Galeona, y el buque se podrá visitar el viernes y el sábado próximos. Algunos pensarán que sólo lo echan un poco más pallá, y que se asegura lo más importante: esa despedida que se espera para el domingo de Carnaval, precisamente, en la que se repetirá la escena tradicional de las familias emocionadas mientras se alejan los guardiamarinas.

Pero lo que ha ocurrido es que han desubicado al Juan Sebastián de Elcano de su sitio preferente para instalar allí una carpa churretosa. Una instalación cuestionada por los vecinos del 4 de diciembre y sus aledaños, que están hartos de ser los paganos de los ruidos. En realidad, la carpa sería prescindible. Pero, en el caso que nos ocupa, puestos a desubicar, se debió cambiar la carpa, que siempre es conflictiva, debido a que nadie la quiere en sus territorios.

El buque escuela Juan Sebastián de Elcano zarpará para su 90 crucero de instrucción. No se ha jubilado a los 65. Es la representación de un símbolo de Cádiz, que tiene en la Marina una de sus señas de identidad. Esos pañuelos que se agitaron tantas veces, como banderas blancas de los amores separados. Esas barquitas que se adentraban en la Bahía hasta verlo perderse por el horizonte que encubre otros mundos. Esas gaviotas que pasearon alrededor de unas velas desplegadas. Ese Cádiz que salía a recorrer los mares... Todo eso y mucho más se refleja en el Juan Sebastián de Elcano.

Puede que un día cumpla los 100 cruceros. Quizá sea entonces cuando se quede definitivamente en Cádiz. Aquí le espera su amor.

José Joaquín León