A los que quieren invertir en Cádiz, suponiendo que haya alguien, conviene explicarles la realidad. En Cádiz, las cosas son justamente lo contrario de lo que parecen. Es por influencia del Carnaval, donde se maneja la ironía y el doble sentido. De modo que nos hemos acostumbrado a un lenguaje cifrado, plagado de paradojas, que sólo se entiende en clave gaditana. Por ejemplo, si el concejal Martín Vila dice que en Cádiz tenemos el riesgo de “una burbuja hotelera”, en realidad lo que está diciendo es que en Cádiz no se construye un hotel ni de coña; y que es como una burbuja, porque todos los proyectos se van a hacer gárgaras, como una pompita de jabón. Y otra cosa es que aquí se confunde un hotel con un proyecto de hotel. Verán: un hotel es como el Atlántico; y un proyecto de hotel es como Valcárcel.

El presidente de la Confederación de Empresarios de Cádiz, Javier Sánchez Rojas, también se lo toma en serio, y dice que en Cádiz “vamos a pasar de los asustaviejas a los ahuyenta inversores”. ¿Es posible que queden algunos inversores que todavía no hayan sido ahuyentados? Se ha puesto el ejemplo del hotel de Puerto América. La Autoridad Portuaria (es decir, José Luis Blanco) difunde la idea de que Cádiz tendrá un gran hotel con 200 habitaciones. Algunos ya se imaginan a los turistas tumbados en la piscina del hotel, y las kellys haciendo las habitaciones, y los recepcionistas que no paran de recibir clientes… Entonces se descubre que el hotel es inviable, porque el edificio está protegido, aunque abandonado a su ruina. ¿Por qué lo protegen? ¿Contra quién? Y después se quejan de la Aduana. Comparada con el edificio cochambroso de Puerto América, la Aduana sería como el Palacio Real. Y la quieren tirar, y al otro (que es peor) lo protegen.

Martín Vila vive en su burbuja. En la burbuja municipal de IU creen que el Tiempo Libre fue el hotel de los pobres, y no quieren que sea el hotel de los ricos y los banqueros. Sin embargo, el Tiempo Libre es lo que es: nada. O sea, una desilusión; lo mismo que queda de la burbuja cuando estalla.

Tampoco se explica que estas cuestiones provoquen sorpresas. El verdadero problema de Cádiz es la burbuja política. Consiste en que cada vez hay más políticos mantas, que siguen engordando proyectos falsos y camelos indisimulables, hasta que pegan el traquío, en plan petardazo. A los asustaviejas se les veía venir. Por el contrario, a los ahuyenta inversores es más difícil localizarlos. Aunque hagan todo lo posible por ahuyentar, también es cierto que los supuestos inversores no se chupan el dedo, y por eso no inauguran nada en Cádiz.

José Joaquín León