UNA de las principales novedades de la Semana Santa la tendremos el Martes Santo. Se cumplen 30 años de la primera estación de penitencia del Cerro del Águila a la Catedral. Coincidirá con el estreno del tercer paso de la cofradía, que incorpora al Nazareno de la Humildad, obra de Juan Manuel Miñarro. Esto me parece mucho más importante que si las cofradías van ese día al derecho o al revés. Porque es una novedad muy significativa de la evolución de la Semana Santa en los últimos tiempos, de cómo una cofradía que entró de pobrecita es hoy una de las que salen con más nazarenos el Martes Santo y pasa a ser la segunda con tres pasos en ese día tan complicado de organizar.

La cofradía del Cerro del Águila fue incorporada a la nómina de la Semana Santa (a las que van a la Catedral, quiero decir) en 1989, cuando Luis Rodríguez-Caso presidía el Consejo. Recuerdo lo que el inolvidable Luis me decía entonces: “El Cerro llegará a ser una gran cofradía. Tiene un barrio detrás. Tiene dos imágenes que están a la altura de cualquier cofradía histórica. Hasta las túnicas son bonitas. En el Martes Santo encajan bien, van los primeros, salen temprano, y no plantean complicaciones”.

La inclusión del Cerro del Águila se adoptó por unanimidad y a todo el mundo le pareció estupendo. Aportaba imágenes de valía. El Cristo del Desamparo y Abandono es una talla del siglo XVII, del círculo de Francisco de Ocampo. Pasó de San Luis a San Gil y pertenecía a la Diputación, que se lo cedió a la Hermandad. La Virgen de los Dolores es una de las mejores dolorosas talladas por Sebastián Santos, en su plenitud artística, de notable parecido a la Concepción del Silencio. Los romanos tallados por Miñarro para el misterio pronto se hicieron populares, sobre todo el centurión Manolo Lorente. Es cierto que salían muy temprano, pero llenaban de vida y ambiente el barrio para comenzar el recorrido más largo de la Semana Santa.

Era un sueño convertido en realidad. Paquili Carrera imprimió un sello especial a su cofradía. Con los años, ha ganado en devoción y en relevancia. En 2019, cuando cumple tres décadas, incorpora el tercer paso y pasa a ser la segunda del Martes Santo en la carrera oficial, precedida por San Esteban, al romperse el orden histórico por motivos de organización.

Y digo yo: ¿qué hubiera pasado si El Cerro no se incorpora en 1989 al Martes Santo, sino a otro día? Algunos recuerdan que si El Cerro se hubiera incluido en el Viernes Santo, como se llegó a barajar, ahora el problema se habría trasladado a otra jornada. En la Semana Santa tenemos visión de presente, pero no de futuro.

José Joaquín León