l La actual Virgen de las Penas es la tercera dolorosa de Santa Marta l Sustituyó a dos de Luis Ortega Bru, que en la primera hizo un homenaje a su madre republicana, fusilada en la Guerra Civil

ERA una Dolorosa que reflejaba en su rostro las penas más duras de la vida, el sufrimiento de la muerte, y también una guerra. Aquella Virgen de las Penas, de la Hermandad de Santa Marta, encarnaba el dolor de la Madre que contempla el traslado de su Hijo muerto, pero en  realidad era también el testimonio de un hijo que sufrió la muerte de su madre en unas circunstancias terribles. La familia de Luis Ortega Bru, el autor de la imagen, era republicana. En la Guerra Civil sus padres fueron fusilados. En 1939, el propio Ortega Bru fue condenado a muerte “por auxilio a la rebelión”. Tras serle conmutada la pena, pasó por la cárcel y por campos de trabajo hasta que fue puesto en libertad. En 1944 llegó a Sevilla.

Aquel joven nacido en San Roque (Cádiz), de pasado republicano, tenía muchas papeletas para ser un proscrito en la Sevilla de la posguerra. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios, donde tuvo como uno de sus maestros a Juan Luis Vassallo. Hijo de un alfarero, fue ceramista. Después empezó a trabajar en el taller de Juan Pérez Calvo. Allí comenzó a adquirir fama, hasta que llegó su primera aportación: el Cristo de la Misericordia para el misterio de la Piedad del Baratillo.

Pero la cofradía que iba a cambiar la vida de Luis Ortega Bru fue la de Santa Marta. Sucedieron una serie de circunstancias, que se combinaron de un modo casi milagroso. La Hermandad de Santa Marta había sido fundada en 1946 en la parroquia de San Bartolomé, para aglutinar al gremio de la Hostelería. En 1950 estrenaron la imagen de Santa Marta, su patrona, tallada por Sebastián Santos. En 1952 la Hermandad de Santa Marta se trasladó a la parroquia de San Andrés, con su santa titular, que era la única imagen de que disponían entonces.

Entre 1951 y 1952  Luis Ortega Bru ejecuta el misterio del Traslado al Sepulcro. Según testimonios de los cofrades de entonces, habían barajado diversas posibilidades. Una de ellas fue incorporar las actuales imágenes titulares del paso de misterio de la Piedad de Los Servitas, que entonces no salían. También se descartó que el misterio lo hiciera Sebastián Santos, por su alto coste. Fue convocado un concurso, que quedó desierto. Y entonces surgió el boceto de Luis Ortega Bru, al que adjudicaron el nuevo misterio.

El imaginero empezó el encargo en las dependencias de Juan Pérez Calvo y lo terminó, con la policromía, en el edificio del Estado Mayor del Aire, que existía junto a San Vicente, por cesión de José Rodríguez Díaz de Lecea, teniente general de la Región Aérea del Estrecho, que fue su mecenas. Era como una reconciliación cofradiera de las dos Españas.

El nuevo misterio del Traslado al Sepulcro salió de San Andrés (tras ser ampliada la puerta) en 1953. Causó admiración. La mayoría de expertos lo consideran el gran misterio de la Semana Santa sevillana del siglo XX. No sólo por su espléndida composición, sino por la valía de las imágenes, en las que se revela el Ortega Bru más clásico, el que utiliza un eco italiano de Miguel Ángel para aliviar el desgarro de su barroquismo, que aún no se había exacerbado.

Al ver este paso, se alaba la composición de las figuras. Ortega Bru le dio preferencia al impresionante grupo protagonista, formado por el Cristo, de perfecto porte anatómico, con José de Arimatea que sustenta el cuerpo rígido, mientras Nicodemo lo conduce con suavidad en el lienzo mortuorio. En el boceto que hizo el autor, las Marías rodeaban al trío central del Cristo y los Varones, destacando entre ellas la espléndida Magdalena (para cuyo modelado se inspiró en su esposa). En la parte trasera del paso iban la Virgen de las Penas  (entonces la suya) y San Juan, quedando Santa Marta (la imagen de Sebastián Santos) a la izquierda del Cristo..

La Virgen... Aquella primera Virgen de las Penas, que talló Luis Ortega Bru, era la Dolorosa imposible. En su rostro aparecía todo el dolor del mundo. Una tragedia interior. La Mujer que asiste al entierro del Hijo, pero también el hijo que expresa su dolor inmenso por el martirio de otra mujer. Esa Madre era su madre. Esas Penas eran sus penas. Ortega Bru reconoció después que “mis esculturas son desgarros” y que no podía tallar “muñecos bonitos”. Su concepto de la Dolorosa era diferente.

La primera Virgen de las Penas fue retirada. En 1956, la cofradía de Santa Marta estrenó la segunda Virgen de las Penas, obra también de Ortega Bru. Era una versión más suave del mismo dolor primigenio. Tampoco gustó. En 1958, la cofradía ya tenía su tercera Virgen de las Penas, realizada por Sebastián Santos, el autor de Santa Marta, el imaginero de unas dolorosas acordes al gusto sevillano. La segunda Virgen de las Penas se quedó en el paso, pero adaptada a María de Cleofás.

Hoy, en ese paso, van dos imágenes que fueron la Virgen de las Penas: la actual titular y la anterior. Hoy la composición se muestra como en una doble dimensión. Queda el gran misterio barroco que encumbró a Luis Ortega Bru, que  se armoniza con la Virgen y Santa Marta, las dos imágenes de Sebastián Santos, que muestran la belleza serena de este escultor.

Fuera de la historia (aunque conservada como un tesoro por la propia hermandad) se quedó la Dolorosa imposible. La Virgen de aquel artista de San Roque, calificado de bohemio, al que se veía como un genio excéntrico en la Sevilla cofradiera. Esa Virgen de las Penas, su primera Virgen, representó la tragedia de un tiempo y de unas personas. Era el grito desgarrado del dolor que causa el tormento de los mártires.

José Joaquín León