l El Señor de la Ventana de San Esteban nos sigue reconfortando en este Martes Santo l Un grupo de sanitarios del Hospital de la Cinco Llagas participó en el origen de la cofradía

LOS confinamientos del coronavirus nos han dejado sin Martes Santo: ni al derecho, ni al revés, ni con un orden, ni con otro. Como en una paradoja del destino, la primera en la carrera oficial iba a ser hoy la Hermandad de San Esteban, cuyo titular es el Cristo de la Salud y Buen Viaje. Su historia recupera una plena actualidad, como si se desplazara por el túnel del tiempo, más viva que nunca, para llegar hasta nosotros.

El Señor de la Ventana ya existía en el siglo XVI. En sus orígenes, el Cristo era un busto de barro, y recibía culto en lo que había sido el morabito de una mezquita, que se incorporó a la iglesia de San Esteban, cuando fue construida. La capilla donde se veneraba el Señor tenía una ventana (de ahí su nombre popular), desde la que se asomaban y encomendaban a Él los viajeros que iban a partir por la Puerta de Carmona. Le pedían “Salud y buen viaje”, antes de salir extramuros de las murallas y recorrer los caminos, que en esos tiempos eran muy peligrosos y plagados de incertidumbres.

Los devotos fueron creciendo con el pasar del tiempo. A mediados del siglo XVIII la imagen fue restaurada y le añadieron un cuerpo en madera tallada, para disponerlo en actitud sedente sobre una peña. No es la iconografía que presenta actualmente, ya que la peña fue sustituida por un taburete, para representar el pasaje que ahora vemos, en el que los esbirros se burlan del Señor tras la coronación de espinas.

La desaparecida Puerta de Carmona se abría hacia un barrio colindante con la Judería, de calles estrechas y oscuras que surgieron alrededor de la Casa de Pilatos. Santiago Montoto y diversos historiadores cuentan que en esas calles se cometían no pocos delitos y pecados, eran propicias a las riñas y los robos, por lo que se consideraban peligrosas. Eran especialmente desaconsejables para el tránsito en las noches oscuras, cuando los sevillanos de siglos pasados procuraban esquivarlas.

Pero el Señor de San Esteban permaneció en su ventana. Señor de mirada dolida y ojos vidriosos. Señor que parece concentrado en sus pensamientos. Señor que atendía los ruegos de quienes iban a pedirle lo elemental: salud y buenos viajes. No sólo para salir de la ciudad, sino también para navegar por la vida, entre dificultades y epidemias, entre la pobreza de la gente modesta que vivía en el entorno palaciego de la Casa de Pilatos, junto a sus caballerizas y callejones.

Así llegamos a 1926. En los años 20, la Semana Santa sevillana conoció momentos de esplendor. Varias cofradías del Martes Santo (San Esteban, San Benito, la Candelaria, El Dulce Nombre, los Estudiantes) mantienen la herencia de aquellos años, cuando iniciaron un periodo de esplendor. En el caso de San Esteban, un grupo de sanitarios del Hospital de las Cinco Llagas tuvo la idea de organizar una cofradía en honor del Cristo de la Salud y Buen Viaje, que recogía el espíritu devocional de aquella imagen. Consta que ese grupo fundacional estaba formado por Licinio Mediavilla, Francisco Comitre, José Muñoz, Antonio Lara, Manuel Rodríguez Narváez, Eduardo Pedrosa, Manuel Martínez de Guzmán, Juan García Pérez, Rafael Jiménez Irizón, Miguel González y Antonio Casino. Especialmente importante fue el impulso y ayuda que recibieron del padre Rafael Galán Escalante, párroco de San Bartolomé, que había sido rector del templo de San Esteban.

Y del cardenal Ilundáin, que fue quien aconsejó a los cofrades que la imagen mariana tallada por el escultor Manuel Galiano recibiera el título de los Desamparados. El cardenal Ilundáin bendijo la imagen de la Virgen, en una ceremonia celebrada en mayo de 1927, en la iglesia del Hospital de las Cinco Llagas (actual sede del Parlamento de Andalucía), desde donde fue trasladada en 1928 a San Esteban.

Un año después saldría por vez primera. Desde los primeros años, la salida se convirtió en un acontecimiento, por las dificultades que planteaba la afilada puerta ojival de San Esteban. Puñales de piedra, limpiamente esquivados. Almas en suspense. Esa foto histórica de Rafael Ariza el Viejo y José Ariza Mancera sacando a la Virgen se convirtió en una estampa inolvidable de aquellos costaleros de Sevilla, capaces de hacer dos milagros cada Martes Santo.

En este tiempo del coronavirus es imposible iniciar un buen viaje. Ni siquiera se puede acudir a San Esteban, para ver al Señor en su ventana. Hoy será un Martes Santo diferente. No estará en su paso de misterio para que los sayones le dediquen su burla cruel e indigna. Pero hoy nos deberíamos acordar, más que nunca, de este Señor humilde y angustiado, con el dolor reflejado en las lágrimas, que siempre espera a quienes le rezan, desde el hueco de la ventana que se abre como un testimonio de su amor. Hasta en los momentos más tristes se puede reflejar su grandeza. Pedidle salud frente al coronavirus; pedidle buen viaje por el tiempo difícil que nos aguarda en el camino.

José Joaquín León