AL llegar la Madrugada del Viernes Santo se escuchó el ruido de un helicóptero en el cielo de Sevilla. A esa hora se debían abrir las puertas en la basílica de la Macarena. A esa hora, se abrían las puertas virtuales en Youtube para el fervorín del Silencio. El hermano mayor, Eduardo del Rey, y el director espiritual, el padre Adrián Ríos, hablaron a la audiencia y después se leyó la Pasión según San Juan. En el atrio no había nadie; o sí, porque estarían espiritualmente todos los nazarenos que han sido y son.

En los demás templos de la Madrugada tampoco había el bullicio de otros años. En las calles, si alguien daba una carrerita, no asustaría ni a los fantasmas. Sin problemas para el operativo del Cecop, que no se desplegó. Fue una noche de dolorosa normalidad para Juan Carlos Cabrera y sus fuerzas de seguridad. No hizo falta subir la intensidad luminosa de las calles, ni utilizar los megáfonos, ni nada raro.

Se nos ha ido la Semana Santa más virtual de la historia. A partir de ahora, en nuestra memoria, hay que establecer tres categorías: los años que salimos en la estación de penitencia; los años que llovió y no salimos; y el año que no llovió, no salimos, y todo fue virtual, a mayor gloria de Youtube. En el balance de la Semana Santa de 2020 se puede decir que el gran triunfador ha sido Youtube, que ha arrasado. Nunca había tenido tantos seguidores como este año. A día de hoy, una hermandad sin su Youtube parece como del tiempo de los Montpensier y la Semana Santa romántica.

Del romanticismo del Viernes Santo, con Montserrat y la Carretería, hemos pasado al realismo mágico. Esas calles en silencio a la fuerza. Esa Semana Santa que no ha sido física, sino química. Esas visiones del pasado para consolarnos del presente. Ese Consejo sin algoritmos ni controles en el palquillo, que también tiene su Youtube y sus vídeos. Quien no se ha consolado es porque no ha querido. O no ha podido.

Por no haber, no hubo misas de palmas, ni oficios litúrgicos abiertos a los fieles. Pudimos seguirlos a distancia. Ahora se comulga espiritualmente. En general, nos queda la sensación de que hemos perdido un año de nuestras vidas: los nazarenos, los costaleros, los músicos, los floristas, los vestidores, todos los que aportan algo, e incluso los que no aportan nada, pero son devotos, o ni siquiera eso, pero también les atrae la Semana Santa. Y, para colmo, ha sido una ruina económica para cientos de personas. Ha sido la mayor penitencia de los últimos años.

Hoy celebramos la Pascua Florida. Hasta el año que viene, si Dios quiere. Faltan 350 días para el Domingo de Ramos.

José Joaquín León