FUE otro partido intenso, disputado según las características de este Cádiz. Con muchas precauciones para mantener la portería propia a cero; y con la intención de que algún pase largo pudiera ser aprovechado por la velocidad de Alvarito o la habilidad de Ortuño. El resultado final sin goles fue engañoso. El Cádiz pudo ganar porque envió dos remates a la madera. Pero también pudo perder, sobre todo en los últimos minutos, cuando el Mallorca desperdició oportunidades claras y Alberto Cifuentes salvó un gol cantado. El puntito es bueno para el objetivo de la permanencia. Y es malo si se aspira a algo más, considerando que el Levante, el Girona y el Getafe habían perdido.

En la alineación del Cádiz se notaron algunas novedades poco habituales. La presencia de Migue como central, con mucha voluntad y sacrificio, aunque con un par de despistes peligrosos. El retorno a la titularidad de Eddy, al que mantuvo Álvaro Cervera durante todo el partido,  a pesar de que tenía tarjeta amarilla desde el minuto 19. Estuvo luchador y corrió, aunque en los pases no aportó lo que se necesitaba. Pero no es el único que falla en eso. Tampoco da pases de gol Rubén Cruz y sigue como titular indiscutible. Delante la novedad era la titularidad de Aitor, que lo intentó, pero volvió a demostrar que funciona mejor para la última media hora.

El Cádiz tiene unas virtudes y unos defectos que ya nos sabemos de memoria. La entrega y la intensidad le están dando muchos puntos. Sobre todo cuando el portero también acierta, como ayer, y el rival no aprovecha sus ocasiones. A pesar de que Lago Junior se escapaba como quería y Brandon dispuso de un par de acciones muy claras para marcar.

Entre los puntos menos buenos del Cádiz están las imprecisiones en los pases y en los centros. Ayer tuvieron un partido para ganarlo y dar un golpe de autoridad, si queremos soñar. Aunque si nos conformamos con dejar los pies en el suelo, ese punto es valioso.

Después de las vacaciones, Ortuño no aparece en el mismo estado dulce de forma. No le llegan balones para rematar y él se equivoca en pases decisivos. Arriba el único peligro lo creaba Alvarito. En la primera parte estrelló un  balón en la madera. En la segunda estrelló un balón en el portero, tras irse por velocidad, cuando Salvi (que ya había entrado)  esperaba solo a su lado. Por cierto que Güiza pudo entrar antes. El partido estaba abierto y podía aportar más que la pérdida de tiempo en los minutitos finales.

Un cabezazo de Garrido al poste, al rematar un córner cuando quedaban cinco minutos, pudo dar una victoria al modo de otras tardes de fortuna. Esta vez no hubo tanto premio. Y gracias. Cuando se estiraba el Mallorca había sustos. El Cádiz le regalaba el balón cada vez que lo recuperaba. Los minutos de alargue fueron penosos. El pitido final fue un alivio.

Partido trabado, como se suele decir, en el que pudo ocurrir de todo: era de 1X2. Partido que dejó esa sensación agridulce que queda cuando se cumple el objetivo de no perder, pero se ha echado en falta un poco más de ambición. Quizás el problema sea que hemos subido el nivel de exigencia.

José Joaquín León