AL edificio de la Casa de Iberoamérica en Cádiz todavía se le conoce como la Cárcel. Lo mismo pasa con la plaza de toros, los cuarteles y otros edificios que no existen. Con la diferencia de que la antigua cárcel sí existe. Gracias al Ayuntamiento, que es su propietario, el edificio fue reconstruido, en una rehabilitación modélica, y se utilizó para el Bicentenario de la Constitución de 1812. Entonces fue el escenario de los actos más solemnes, algo así como el espacio emblemático. Y para gestionarlo fue creada la sociedad Cádiz 2012, dependiente del Ayuntamiento, que aún existe, y que se considera un problema. ¿Para qué sirve, en 2025, una sociedad que se denomina Cádiz 2012?
PODRÍA escribir (y lo escribo) que el alcalde Bruno progresa adecuadamente, en materia de iluminación navideña en Cádiz. Puede que la de este año sea la mejor del siglo XXI, a pesar de las quejas por la plaza Mina y la calle Valverde. Siendo un dato positivo, no era de una dificultad extrema, ya que en los tiempos de la alcaldesa Teófila lo cuidaba con moderación más bien austera, y en los tiempos del alcalde Kichi se practicaba el oscurantismo navideño y hasta alguna vez no se iluminó a tiempo. Hay que tener en cuenta que a los aguafiestas que no celebran la Navidad no les gusta que se iluminen las calles. Creen que los demás se deben sentir tan tristes como ellos. Y a los fariseos que dicen que ese dinero se podría dedicar a los pobres se les puede recomendar la lectura del Santo Evangelio según San Lucas. En el pasaje del frasco de perfume de la Magdalena, donde se responde a ese asunto con palabras de Nuestro Señor Jesucristo, cuyo natalicio se celebra.
LOS michelines gaditanos progresan adecuadamente. La afición gastronómica está en aumento. Cádiz ha quedado mejor que Sevilla en la Guía Michelín. Este año, en el ranking de la guía, ha llamado la atención la inclusión con una estrella de Mare, el pequeño restaurante que tiene el chef barbateño Juan Viu en la plaza de Candelaria. Un lugar que parece ungido por la gracia de las estrellas de los michelines, ya que fue la primera sede de Leon Griffioen, el chef holandés gaditanizado, que logró introducir a la ciudad en el firmamento de la gastronomía, donde se mantiene Código de Barra.
MÁS vale tarde que nunca, dice un refrán popular. Los plazos de la Junta de Andalucía son flexibles, y se apunta a 2028, pero es una bonita noticia que el solar de la calle Tolosa Latour, donde se iba a ubicar la Ciudad de la Justicia, finalmente tenga un uso apreciable. Como se sabe, se le ha buscado otra utilidad al solar, que sufre dos décadas y pico de abandono, después de que la Justicia (esa justicia acatada y atacada, en la que algunos políticos sólo creen cuando les interesa) fue enviada a los depósitos de Tabacos de Puntales. El nuevo uso consistirá en construir 101 viviendas y un edificio administrativo, donde la Junta trasladará a siete organismos que están dispersos por la ciudad, lo que permitirá emplear allí a 438 personas, además de construir un aparcamiento subterráneo de dos plantas.
CANTABA Lucho Gatica que la distancia es el olvido. Y después lo han cantado muchos más, en diferentes versiones. Pero no hace falta recurrir al bolero para dar el cante. En Cádiz lo vemos constantemente. La distancia es la excusa para el olvido y el abandono. A Cádiz la engañan casi de continuo, con promesas que no se cumplen y con silencios que caen en el olvido, entre la indiferencia. Cádiz sólo es noticia para el cachondeo del Carnaval, para los conflictos del Metal, o para los simulacros de catástrofes, en los que se representa un teatro imaginario. Por cierto, felicidades a la niña que llevó un estandarte. No podía faltar.