ERA previsible lo que ha ocurrido con el cartel del Carnaval de Cádiz. Es lo que suele pasar cuando se incurre en el populismo de convocar un concurso seudodemocrático para elegir un cartel, al que se puede presentar cualquier aprendiz, y con técnicas abiertas. En unos tiempos donde la inteligencia artificial compite descaradamente con la inteligencia natural. Nada hay más elitista que el arte. Y no es cuestión de derechas ni de izquierdas. No es igual Picasso (un comunista), o Dalí (un surrealista teocrático) que un pintamonas de barriada. La cultura debe fomentar calidad, originalidad y un arte diferencial. La pintura es una de las bellas artes más difíciles.
Conste que el cartel del Carnaval de Cádiz no tiene una importancia excesiva para el arte universal. Ningún cartel, en general, pasa de ser una obra de andar por casa. Las polémicas son artificiales. A veces creadas por aspirantes despechados, por no haber sido elegidos, o por envidia, que abunda en el gremio de los pintores y en el de los literatos. No tanto en el de los fotógrafos, que suelen ser mejores compañeros. En el Carnaval de Cádiz, con elección popular, las polémicas estaban garantizadas. A dedo también, pero se asumen y punto final.
Algunos recordarán la polémica de este año por el cartel de la Semana Santa de Sevilla, que pintó Salustiano. Un pintor reconocido internacionalmente, aunque tampoco es Miquel Barceló, y que dio lugar a un conflicto de alcance internacional. Sólo lo recuerdo porque demuestra hasta qué punto la estupidez artística puede condicionar el mundillo de la cartelería folklórica. Ni a la Semana Santa, ni al Carnaval, le hacen falta un cartel como anuncio. El cartel es un rito, que va sobre todo a mayor gloria (o mayor desprestigio) del cartelista. Es una oportunidad para que un artista sea más conocido.
Cádiz cuenta con pintores reconocidos más allá de su Bahía. Tiene a Hernán Cortés, el rey del retrato, y a otros que participan en exposiciones y son apreciados en otras provincias. Pintores como Carmen Bustamante, Cecilio Chaves, Manolo Cano, Ricardo Galán Urréjola, Antonio Álvarez del Pino o Pepe Baena, entre otros y otras, no necesitan presentación. En el Ayuntamiento, resulta que la concejala de Cultura, Maite González, es hija de Luis Gonzalo González, que fue un apreciado pintor, cuya obra resistirá el paso del tiempo.
El cartel se debe encargar a un pintor a dedo. Y que tenga cuidado con los inquisidores. El Carnaval era transgresión, pero ya han visto lo que dicen de El Yuyu. Para no volver.
José Joaquín León