PORTUGAL también existe, pero aquí nos comportamos como si estuviera en las antípodas. Es limítrofe con Andalucía y apenas se nota. En tiempos pretéritos estuvo unificado bajo la misma Corona. No voy a insistir en la historia, a día de hoy son dos países de la Europa unida. Mientras los portugueses se preocupan bastante por lo que ocurre en España, aquí se les corresponde con indiferencia. Hoy es día de elecciones en Portugal, a las que apenas se ha prestado atención. ¿Por qué será? Elecciones anticipadas, ya que el primer ministro socialista, António Costa, se vio forzado a dimitir por un caso de corrupción. ¿A qué les suena?

EN aquel tiempo, se dirigió Pedro Sánchez a los españoles, y dijo: “El heroísmo ahora consiste en lavarse las manos, quedarse en casa y protegerse uno para proteger a los demás”. Eso lo dijo el 13 de marzo de 2020, la víspera de la proclamación del estado de alarma. Entonces el doctor Fernando Simón afirmó que las mascarillas no eran necesarias. En la misma línea se pronunció el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Pero dos meses después, en mayo de 2020, el presidente Sánchez dijo que había que mantener “el lavado de manos, la distancia entre las personas y el uso de las mascarillas”. ¿Por qué pasaron de ser innecesarias a imprescindibles? Porque en marzo de 2020 no había mascarillas para el público.

NO se confundan, que no me refiero a Emiliano sin camiseta, ni siquiera a Ábalos, el último en enterarse. Después de lo ocurrido en Galicia, nadie lo debería dudar: el principal enemigo del PSOE es Pedro Sánchez. Tienen al enemigo en casa. En las elecciones del 23-J, el PSOE se quedó a 16 escaños del PP (137 a 121). Antes, el 28-M, en Andalucía perdieron alcaldías como Sevilla y Jerez, entre otras. En las autonómicas, el PSOE sólo retuvo dos comunidades: Asturias y Castilla La Mancha. Y en esta última gobierna Emiliano García-Page, el que no viste la camiseta sanchista. En primavera, afrontarán las elecciones del País Vasco, donde es previsible que el PSOE vuelva a ser tercero, con un posterior inconveniente: quizá deba optar entre mantener el pacto con el PNV, o echarse en brazos de los independentistas de EH Bildu. Y, tras pasar por las europeas, llegarán las catalanas.

SI las encuestas se cumplen, el gobierno de Galicia se decidirá por un escaño o dos. El PP parece que ganará claramente, con una horquilla estimada entre 34 y 40 escaños. Pero necesitará al menos 38 para que Alfonso Rueda siga como presidente de la Xunta. En caso de no conseguirlos, la presidenta será Ana Pontón, del BNG, a la que las encuestas auguran entre 23 y 30 escaños. Para ello necesitará el apoyo del PSOE, que podría conseguir entre 13 y 15 escaños, aunque el CIS de Tezanos les otorga apenas 9 escaños en la horquilla más baja. Se supone que para relativizar el previsible fracaso. En estas elecciones, Feijóo se juega su liderazgo, porque presidió la Xunta y porque Rueda fue su vicepresidente. Pero Pedro Sánchez y Yolanda Díaz también pueden salir tocados, según sean los resultados.

PUDIERA ocurrir que Carles Puigdemont no sea amnistiado. Hoy lo tiene más difícil que hace un mes. Y en el PSOE están empezando a surgir dudas. Porque se van a estrellar en Europa, que es donde no lo esperaban, y eso le duele bastante a un partido que ha presumido de ser el más europeísta; con razón, además. La resolución aprobada por la Eurocámara esta semana, para que España investigue las conexiones de Puigdemont y los independentistas catalanes con Rusia, deja en muy mala posición a Pedro Sánchez, que es el presidente de la Internacional Socialista. Aunque no sea vinculante, supone el mayor revés que ha sufrido la amnistía de Puigdemont desde que el Gobierno emprendió ese camino a lo loco. La conexión rusa es la principal clave para que descarrile la amnistía. Por eso, Puigdemont presiona para que no lo pillen por ese asunto. Y, por eso, se ha minusvalorado esa resolución. A Sánchez le interesa taparla.