HE escrito en varias ocasiones que la estrategia electoral del PSOE pasa por hinchar a Vox. Por eso, lo que hace Pedro Sánchez va en esa dirección. Con un PP debilitado y un Vox fortalecido la diferencia entre las fuerzas del centro-derecha y la extrema derecha se quedaría diluida. Y el PSOE aprovecharía la debilidad de Sumar y Podemos para erigirse en el voto útil de la izquierda. No le daría a Sánchez para obtener la mayoría absoluta del bloque progresista. Pero, si el PSOE fuera el partido más votado, podría intentar que el PP le permitiera gobernar, con el mismo argumento que proponía Feijóo en julio de 2023: un Gobierno del partido ganador, con apoyos puntuales. Otra opción: una gran coalición de socialistas y populares como en Alemania. Sería imposible con Sánchez, y con otro improbable.

SE juntan todos los ingredientes para una moción de censura al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. No tiene presupuestos aprobados, ni probablemente los va a tener. Está bajo sospecha por presuntos casos de corrupción de su esposa, su hermano y dos de sus hombres de confianza en el PSOE. Y, para colmo, pierde las principales votaciones parlamentarias. A la vuelta de las vacaciones, le pasó con la rebaja del horario laboral, donde Junts impidió la aprobación. Y le ha vuelto a pasar con las competencias de inmigración para Cataluña, que le han tumbado, con los votos de Podemos (y dos de Sumar), unidos a los del PP y Vox.

FUE retirado de la circulación el astuto negociador Santos Cerdán y tomó su relevo el presidente emérito José Luis Rodríguez Zapatero. Ser presidente emérito resulta difícil, pues te puedes quedar impertérrito como un jarrón chino, o volverte lenguaraz para demostrar que sigues siendo muy listo, o incordiar al líder de tu partido como si fueras de los otros, o enchufarte como mediador. Zapatero ha elegido la última posibilidad. Y va trajinando por aquí y por allí, lo mismo por Venezuela con su amigo Maduro, que por las tierras de Suiza y Bélgica con el amnistiado Puigdemont.

ANTES a los niños les gustaba hacerse fotos con sus ídolos. Así Iván tenía una con Leo Messi, o Jonathan con Cristiano Ronaldo. Aún antes, Pepito y Paquito se las hacían con Di Stéfano o Kubala. Cada tiempo tiene sus ídolos. Y ahora vamos a peor: han puesto de moda las fotos con Puigdemont. Preferiblemente, en Waterloo o en Bruselas. Entre los últimos que se las hicieron, está Salvador Illa, presidente de la Generalitat, que además es correveidile de don Pedro; y también se la hizo el abad de Montserrat, mosén Manel Gasch, que pasaba por allí y aprovechó la ocasión.

PARA la mayoría de los españoles, Gibraltar no es un problema. Gibraltar sólo interesa en su entorno comarcal. Es un anacronismo en el siglo XXI. Tiene una selección de fútbol al nivel de San Marino y las Islas Feroe, para ser goleada cuando juega. Y la gente corriente sabe que allí hay una Verja y un chollo fiscal. Por no citar a sus simpáticos monitos que roban mochilas. Sin embargo, el acuerdo alcanzado por los representantes de España, Reino Unido, la UE y Gibraltar ha sido calificado como histórico. Muy bueno debe ser, porque cada una de las partes lo ha interpretado a su antojo. Hay dos cuestiones que llaman la atención: pronto desaparecerá la Verja de los atascos y Andalucía no ha pintado nada en ese acuerdo.