ES lamentable la visión sesgada y manipuladora que los partidos de la izquierda y la derecha española han tenido al valorar el legado del Papa Francisco. La izquierda, desde el PSOE a Sumar y Podemos, lo ha presentado como si fuera un militante de los suyos. Y en el PP y en Vox sus líderes han sido cicateros, torpes, y en el caso de Feijóo hasta cateto, al destacar que fue un Papa que “habló en español”, lo que nos recuerda a lo que decían algunos sobre el catalán. En cuanto a Vox, al afirmar Abascal que rezan por su eterno descanso, nos ha recordado lo que pidió Francisco durante su convalecencia: “Recen por mí, pero para que me cure”. En fin que la derecha también lo consideraba de izquierda.
DESDE Buenos Aires llegó Jorge Mario Bergoglio con nuevos aires. Se llamó Francisco cuando fue elegido Papa. Y por ahí ya aportó muchas pistas. Era jesuita, esa orden de la que se decía que tenía un papa negro y desde aquel día de 2013 también lo tenía blanco. Era un Papa diferente a los anteriores en su personalidad. Además, su lengua de origen era el español, procedía de Hispanoamérica y de una de esas familias de inmigrantes italianos que se fueron a Argentina en busca de una vida mejor. Era un cardenal que había viajado en metro a las periferias bonaerenses, de trato amable, buen humor y cercano con la gente común y sencilla. No tenía un sentido elitista de la religión. y también comprendía el valor de la piedad popular. En su última encíclica, Dilexit nos, citaba a Heidegger y recordaba las galletas de su abuela.
ALGUNAS novedades de hoy en día nos recuerdan nuestra infancia. Los que nacimos antes de que muriera Franco (es decir, los mayores de 50 años) recordamos detalles de aquellos tiempos. Y es curioso que vuelven a estar de moda. Por ejemplo, la política internacional. En los periódicos de antaño se prestaba gran atención a la sección de Internacional. Se sabía todo lo de los Kennedy. Nixon y los americanos, Jruschoy y los rusos soviéticos que se habían llevado nuestro oro a Moscú y nunca más se supo. El general De Gaulle, que era francés, y sin embargo un hombre de orden. Balduino y su esposa Fabiola, la reina española de los belgas. Las malas lenguas decían que esta afición a lo internacional era para que no se hablara ni escribiera de la política española. Franco seguía pescando salmones.
EN Semana Santa se mira más al cielo. También en otros momentos nos damos cuenta de que el cielo no es un telón de fondo, y que ocurren cosas por ahí. De vez en cuando hay un eclipse total o parcial. En agosto, la gente mira las lágrimas de San Lorenzo, con la lluvia de estrellas. Pero es en Semana Santa cuando más se mira al cielo, y no sólo para ver si llueve. Incluso cuando no hay riesgo de mal tiempo se mira hacia arriba. Allí está el lugar del que vienen los milagros, y donde ocurre lo que no veremos, pero creemos que existe. Y así todas las esperanzas se trasladan al cielo.
LA gente le tiene miedo a la palabra rearme, pero depende del uso y las costumbres. Si el uso es un rearme para cargarse unos a otros, evidentemente es negativo. Por el contrario, necesitamos un rearme moral, que sería muy positivo y saludable para todo el mundo en general. Necesitamos un rearme ideológico y de creencias. De modo que se trabaje para construir una sociedad diferente, basada en el amor al prójimo y no en el odio al prójimo. Un rearme basado en cumplir las bienaventuranzas y no en el egoísmo de acumular el poder para aplastar a los más débiles.