NINGÚN presidente de la democracia española se ha obsesionado tanto con Franco como Pedro Sánchez. Ni siquiera su colega José Luis Rodríguez Zapatero, que liquidó la concordia. El sanchismo es una forma evolucionada del franquismo sociológico. Es lo más neofranquista que se recuerda desde Franco. No en las soflamas ideológicas, que en el sanchismo apelan al progresismo, como algo etéreo, que evoca un nuevo Movimiento. Me refiero a las formas. El modus operandi del Gobierno es el mismo de los años de la posguerra. Su propaganda sigue la misma estrategia.
HOY celebra la misa de inicio de su pontificado el papa León XIV. Al Vaticano han acudido jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo y miles de cristianos y peregrinos, ya que ha coincidido con el Jubileo de las hermandades, y con la procesión de ayer en la que participaban dos señeras imágenes de la devoción popular andaluza, como el Cachorro de Triana (y de Sevilla) y la Esperanza del Perchel (y de Málaga). ¿Por qué esta gran asistencia de líderes mundiales para un ceremonia religiosa? El Papa es también el Jefe de Estado del Vaticano. Pero su poder no le viene de un pequeño y peculiar estado, situado en el corazón de Roma. Su poder se lo concede Dios, según la creencia de los cristianos.
LOS primeros momentos de un papa dan pistas sobre su pontificado. En el arranque de León XIV lo más importante es su nombre. Quienes lo ven sólo como un continuador de Francisco, quizás esperaban que se hubiera presentado como Francisco II. Sin embargo, al optar por León XIV, ha puesto el foco sobre León XIII, que fue Papa durante 25 años, entre 1878 y 1903, y que abrió la Iglesia a una nueva dimensión social, en un mundo dividido entre el capitalismo y el marxismo más feroces. Pero que también reforzó los contenidos doctrinales en lo filosófico y lo teológico. Un grandísimo Papa de su tiempo, al que el cardenal Prevost ha recuperado del baúl de los recuerdos.
VIVIMOS en una sociedad que intenta anticiparse a los acontecimientos. Es normal que exista curiosidad, pero todo tiene sus tiempos y sus circunstancias. Faltan tres días para que comience el cónclave en el que será elegido el nuevo Papa y estamos en el periodo de los pronósticos. Sin embargo, ya se ha explicado que los comportamientos de la Iglesia católica (y no digamos de los cardenales) no se ajustan a las mismas costumbres de la vida política. No basta sólo con dividir el mundo (con simpleza y sectarismo) entre progresistas y conservadores. El catolicismo es más complejo. Y eso se aprecia y se confirma recordando lo ocurrido en los dos últimos cónclaves.
DESPUÉS del funeral del Papa Francisco, despedido por los principales líderes del mundo, en los próximos días se hablará mucho del sucesor. ¿Y quién será? A esa pregunta intentan responder esos que ahora se denominan vaticanistas. Pero no les hagan caso. Sólo el Espíritu Santo sabrá quién será el próximo Papa. La mayoría de los nombres que suenan son para quemarlos. Cumplen la vieja teoría de que “quien entra como papa sale como cardenal”. De los tres últimos, la elección del polaco Wojtyla fue una sorpresa morrocotuda. La del alemán Ratzinger fue más previsible. Pero cuando renunció llegó otra sorpresa con el argentino Bergoglio. Así que los vaticanistas son como aprendices de Nostradamus.