DECÍAMOS no ayer, sino el viernes pasado, que en Cádiz se repite lo mismo de generación en generación, pero se presenta como si fuera nuevo. ¿Y qué me dicen de la lluvia? En la dura posguerra española, los periódicos publicaban noticias cíclicas sobre la pertinaz sequía que asolaba al país. A Franco se le atribuye que su principal afición, en las obras públicas, era construir embalses. Al franquismo se le debe criticar por su propia esencia dictatorial, pero no por los pantanos, como se le tiende a ridiculizar. Es lastimoso que en la democracia, incluso con gobiernos del PSOE, hayan construido pocos embalses, que no son de izquierdas ni de derechas. Si Grazalema es uno de los lugares de España con más pluviosidad, en Cádiz nunca deberíamos estar a pique del repique con las restricciones.

TIENE razón el candidato del PSOE a la Alcaldía de Cádiz, Óscar Torres, cuando afirma que las próximas elecciones municipales son las más inciertas de los últimos 28 años. Desde que volvió la democracia a los ayuntamientos, en Cádiz se han registrado dos cambios de ciclo. En 1995, se puso fin al ciclo del PSOE, después de que Carlos Díaz dejó de ser candidato, y comenzó el del PP con Teófila Martínez. Veinte años después, en 2015, el desgaste pasó factura a la alcaldesa, que no pudo revalidar sus mayorías absolutas; y así entró José María González, más conocido como Kichi, con el apoyo de todas las fuerzas de las izquierdas (incluido el PSOE, cuyos votos han sido decisivos). Al no presentarse Kichi, se abre un escenario incierto, huele a cambio de ciclo. Pero huele mal, porque los candidatos que se conocen son de perfiles bajos en sus partidos. Y eso no provoca entusiasmo, sino perplejidad.

EN Cádiz hay muy poca memoria histórica. Algunos no entienden que todo se repite de generación en generación. Como no se enteran de nada, hacen lo mismo que otros hicieron. Pongamos un ejemplo: el tranvía, que se ha presentado como una novedad. Casi todos los gaditanos mayores de 65 años (que forman la mayoría casi absoluta de la envejecida población) han viajado de niños en un tranvía. Lo suprimieron porque era una antigüedad. Ahora resulta que es una modernidad. Mi abuela viajó en tranvía de Cádiz a San Fernando (se inauguró en 1906), y no se encontró jamás con Chaves ni con Juanma. Con los Juzgados pasa igual. ¿Desde cuándo no cerraban en Cádiz un Juzgado porque estaba en lamentables condiciones? ¡Ojú! Esa noticia ya ha salido en el Diario.

ALGO se está moviendo en Cádiz. Hay indicios de que estamos ante otro fin de ciclo municipal. Es pintoresco que el Ayuntamiento se descuelgue ahora con un proyecto utópico, irrealizable a medio plazo, para la avenida del Puerto, justo cuando se aproximan otras elecciones. Y que Ganar Cádiz, el grupo de Martín Vila, asuma ahora el soterramiento del tráfico que ya se contempló cuando Manuel Ángel González Fustegueras presentó su proyecto de plaza del Mar, auspiciado por Rafael Román, y descartado por Teófila Martínez. El nuevo proyecto obligaría a destrozar y reducir el mejor aparcamiento subterráneo de Cádiz, el de Canalejas, lo que no saldría gratis. Como ha recordado José Blas Fernández, costaría una indemnización millonaria, que nadie sabe cómo pagaría un Ayuntamiento tieso. Y, además, que ahí abajo están los restos de la muralla.

CÁDIZ y Sevilla son dos provincias andaluzas que funcionan en la práctica como si fueran una. Eso hay que tenerlo en cuenta al hablar de las conexiones de la autopista AP-4 y la autovía Nacional IV. Los flujos y desplazamientos entre Cádiz y Sevilla son los propios de un área metropolitana amplia. Si no fuera por el catetismo que sufrimos en nuestra Andalucía, y por las rivalidades aldeanas, las sinergias funcionarían mejor. Pero no voy a entrar en aspectos filosóficos, ni en detalles de macroeconomía. Entre Cádiz y Sevilla hace falta una autopista (de peaje barato) con tres carriles en cada sentido y una autovía gratis completa. No hay que elegir entre lo uno o lo otro, sino exigir al Gobierno ambas infraestructuras.