PARTIDO de los que causan dolor, y de los que condicionan el futuro. Por la forma y por el fondo. Era muy importante para el ascenso. Estuvo condicionado por el árbitro Moreno Aragón, que expulsó en el minuto 22 a José Mari por una entrada que era de tarjeta amarilla. A partir de ahí, el Tenerife fue dueño de un choque que hasta entonces estaba igualado. Tuvo suerte en los momentos oportunos de marcar los goles. Pero el Cádiz no supo competir con uno menos. El entrenador, Álvaro Cervera, cometió errores, antes y después de la expulsión. Aparte de que va por el camino de otras temporadas, de más a menos.

El Cádiz tiene motivos, visto lo de ayer, para abundar en la teoría de la conspiración. Si no quieren que asciendan, que lo digan y nos ahorramos estos partidos cochambrosos, sin público y con árbitros aprovechándose. Incluso con decisiones pitorreables del VAR, que se están criticando en Primera y en Segunda.

El partido quedó roto con la expulsión de José Mari en el minuto 22. Era la segunda falta del Cádiz hasta entonces. Entrada fuerte, por llegar tarde, pero no lesionó al jugador, ni le dañó el tobillo. El grito de Aitor Sanz, en el silencio del estadio, sonó como si le hubieran destrozado el talón de Aquiles. Fue una exageración dramática: siguió jugando y disputó el partido completo. La entrada supuestamente criminal no tuvo consecuencias. El único lesionado en el primer tiempo fue el Choco Lozano, al que los defensores tinerfeños calentaban sin aspavientos cada vez que tocaba el balón.

A esto se suma que el Cádiz va a disputar tres partidos (Huesca, Tenerife y Elche) en ocho días, de martes a martes, mientras el Zaragoza y el Huesca disputan dos de martes a lunes. Es el arte de dosificar, en los momentos en que se está disputando de verdad el ascenso directo. Pues, cuando ya no haya opciones, importarán menos esos detallitos simpáticos.

Se añaden otros elementos adversos. Algunos inevitables, como jugar sin público, que facilita valentías arbitrales como la de ayer. Álvaro Cervera hizo la alineación de modo desorientativo. A Jurado lo ha pasado del ostracismo a jugar 250 minutos en una semana (dos partidos y medio). Es obvio que no iba a auxiliar a Espino, cuyo estado de forma es bastante malo. El Tenerife, tras la expulsión, cargó todo el juego por esa banda. Incluso después, sin Jurado. Los dos goles llegaron por ahí.

José Mari ya salvó uno antes de ser expulsado. Esa es otra desgracia. El portero Alberto Cifuentes no atraviesa su mejor momento y David Gil está lesionado. Casi todo lo que vuela va a la cazuela. El Tenerife marcó en el minuto 45 de la primera parte. Y nada más comenzar la segunda, en el 47. Dos remates de delantero puro a cargo de Dani Gómez. Ambos tras centros por la banda de Espino y con Marcos Mauro de vidente.

A partir del 0-2 todo fue testimonial. Partido como de torneo veraniego. Algunas entradas no tan amistosas que el árbitro, ahora sí, castigaba con tarjetas amarillas. Más corazón que cabeza, hasta que se dieron cuenta de que era mejor reservar energías. Con lo que tienen por delante es para echarse a temblar.

José Joaquín León