PRIMERA victoria lejos de Carranza, con tres puntos que eran muy necesarios. Por fin tuvo el Cádiz un domingo con suerte lejos de Carranza. Que esta victoria agónica se consiguiera en Lugo (ante un rival que nos privó de un ascenso, en 2012, de aquella manera) aporta un matiz vengador con retraso. El Cádiz se pareció al de los partidos de fuera en la fase de ascenso: defensa numantina, sacrificio y cazar algún contragolpe. Hubo varios factores que se aliaron a favor. Y no faltó la flor del entrenador Álvaro Cervera, que no es una rosa, ni un clavel, ni se sabe lo que es. Sin trenzar apenas jugadas coherentes, el Cádiz tuvo hasta cinco ocasiones de gol bastante claras. Pero si el Lugo no ganó fue porque el portero Alberto Cifuentes hizo su mejor partido de esta temporada.

El Cádiz había salido en Lugo como si siguiera jugando en la segunda parte contra el UCAM de Murcia. Con la diferencia de que estaban vestidos de verde, volvía el goleador Ortuño, y había cambios atrás, por las ausencias de Aridane y Brian. Los sustitutos eran Migue y Luis Ruiz, que no desentonaron. Migue y Sankaré se fajaron en el juego aéreo.

En general,  los jugadores del Cádiz pusieron intensidad, que es lo que le da un plus a este equipo. Por el contrario, al fútbol jugaron poco. El balón era del Lugo, como si se lo hubieran regalado los Reyes Magos. Los dos laterales lucenses vivieron este partido en terreno del Cádiz. En particular, Leuko hizo lo que quiso en la banda izquierda, sobre todo en el primer tiempo. En el segundo, con Nico Hidalgo en sustitución de Salvi, se parcheó ese agujero.

También se pudo ver que la defensa del Lugo es bastante vulnerable por el centro. Bastaron algunos patadones a seguir para comprobar la movilidad de Ortuño, el despiste de Santamaría en una zona de nadie, y el peligro que creaba Álvaro con sus diagonales. Fue el que dispuso de más oportunidades. Ya en la segunda parte, marcó el gol, tras un taconazo genial de Güiza, al que el entrenador permitió jugar algo más de media hora. Un cambio providencial para el triunfo. Además del gol, Álvaro falló tres buenas oportunidades. En la última, en el alargue, pudo marcar el segundo, lo que hubiera sido un premio tremendo, pero lo desperdició con un disparo suavito que salvó un defensa.

El Cádiz estuvo agobiado todo el partido. Sin el balón no se puede jugar, tan sólo defender. El balón es un objeto redondo al que estos futbolistas no aciertan a dar más de dos patadas seguidas. Con Abdullah en el filo de la navaja para la expulsión, que le perdonó el árbitro. Por su parte, José Mari, que pudo marcar un golazo de falta, también estaba tarjeteado desde la primera parte. Recibieron el auxilio de Garrido en los últimos minutos. Gracias a que Medié Jiménez pitó bien, fue posible la victoria. Pero sobre todo gracias al portero Alberto Cifuentes, que jugó un partido colosal, cuando empezaba a estar cuestionada su titularidad. Se ganó gracias a lo que salvó.

 En Lugo, hubo premio a la intensidad y a la entrega de los jugadores. Pero hay que pedir un fútbol menos tosco y primitivo.

José Joaquín León