LA visita de la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, al alcalde de Cádiz, José María González, ha sido pintoresca. Se ha presentado como si fuera el final de una guerra fría. Como cuando Reagan se entrevistó con Gorbachov, o algo así. No es para tanto. Se entiende que con las memeces de los confinamientos perimetrales, y con la prohibición de viajar más allá de la provincia, ahora una visita de Cádiz a Jerez o de Jerez a Cádiz se considera como turismo a paraísos exóticos. Pero hasta hace poco era algo de lo más normal. No tiene sentido pensar que esta visita oficial servirá para mejorar las relaciones diplomáticas entre ambas ciudades. Hay cuestiones profundas que se deben trabajar más para que el potencial de esta provincia fragmentada no se siga desperdiciando por las divisiones catetas.

Cádiz no es un pueblo de Jerez (que tiene más habitantes), como se ha coreado a veces en Chapín y en otros lugares. Jerez tampoco es un pueblo de Cádiz (que es la capital administrativa). Ni Cádiz ni Jerez son lo que se entiende por un pueblo, sino que tienen historia y argumentos para aprovechar su potencial como ciudades. Aunque la mentalidad de algunos de los habitantes sí que incurre en veleidades pueblerinas, que se reflejan en una rivalidad que no viene a cuento. Se basó en el fútbol, donde ya tampoco existe. Y aunque en próximos años el Cádiz y el Xerez volvieran a coincidir en la misma categoría, se debería aprender de lo que sucede entre los hinchas del Sevilla y el Betis, que lo sobrellevan incluso con humor.

Cádiz y Jerez siempre fueron complementarios. En los tiempos del esplendor comercial, los vinos de Jerez eran exportados a través del puerto de Cádiz. Ya existían unos vínculos fuertes, que se prolongaban en toda la Bahía. Cádiz, La Isla, los Puertos (Real y de Santa María) forman parte de lo mismo. Y no me refiero a una mancomunidad administrativa. Pero los enfrentamientos no sólo son culpa de los políticos, sino también de los vecinos. En los años de la Transición hubo una oportunidad de unirse, que no fructificó cuando eran alcaldes Pedro Pacheco, Pepe Barroso y Carlos Díaz, diferencias que dieron lugar a los reinos de taifas de la Bahía.

Eso no se arreglará apoyando la candidatura de Cádiz al Congreso de la Lengua Española de 2025, ni la candidatura de Jerez a la Capital Europea de la Cultura de 2031. Incluso en eso se ven las diferencias, ya que el proyecto jerezano es más ambicioso, aunque también parece más difícil.

No es nuevo: se puede estar enamorado de Cádiz y Jerez, y no estar loco. Aquí las locuras van por otro lado.

José Joaquín León