NO se puede decir que el Ayuntamiento de Cádiz le haya declarado la guerra al gremio de los taxistas con la nueva ordenanza que preparan. Decir eso sería exagerado. Pero sí que les están buscando las cosquillas. Hay una cuestión de fondo: el gremio de los taxistas gaditanos es uno de los mejores de este país. En casi todos los rankings de los consumidores sale que el taxi gaditano está entre los tres más baratos de España. Tampoco se les acusa, como en otras ciudades, de dar rodeos para encarecer la tarifa a los guiris. Verdaderamente, en Cádiz, pocos rodeos se pueden dar. Pero se trata de un servicio que no es conflictivo. Y que ha sufrido la pandemia, como sucede con otros profesionales.

Es curioso que uno de los puntos de discrepancias sea el uniforme. De eso ya se habló cuando surgió el conflicto con Uber. Uniformarlos a todos. Ahora el Ayuntamiento pretende que el taxista conduzca con pantalón oscuro (preferentemente azul) y con camisa clara (preferentemente blanca). También se podría sustituir por un polo de manga corta de tono claro (preferentemente blanco). Veríamos a los taxistas como si fueran camareros antiguos, cuando no se vestían de negro, como ahora, que parecen de luto Michelín. Obligar a un uniforme suena a colegio concertado, tirando a pijito. A los podemitas y anticapis no les gustan los uniformes, o eso se suponía, excepto uniformes de revolucionarios como Fidel y Maduro. Por eso sorprende.

Entre las medidas planteadas están que no conduzcan con chanclas, ni bermudas (lo que parece lógico) y que vayan aseados y aseadas. Esto último es fuerte. Da a entender que algunos y algunas no se maquean como es debido. Sin embargo, el sufrido gremio del taxi ha puesto el dedo en la llaga, al recordar que la mayoría de los taxistas (se podría añadir que casi todos) viste mejor que buena parte del equipo de gobierno en los actos de representación institucional y públicos.

Es decir, que también sería de la máxima conveniencia aprobar otra ordenanza municipal para el gremio del concejal gaditano, para que acudan a los actos escamondados y escamondadas, como es debido. Y para que no vayan con chanclas, ni con bermudas, ni disfrazados de mamarrachos. Y que no pasa nada por ayudar al sufrido gremio de las corbatas de seda (igualmente castigado por la pandemia joía). E incluso podrían asistir los concejales a los plenos con uniformes, de modo que las corbatas serían del color más acorde al partido: azul, naranja, morado, rojo, arcoiris, etcétera.

Como dijo Cala con el zasca a Pablo Iglesias: “Predique usted con el ejemplo, señor Kichi”.

José Joaquín León