ES raro que una novela alcance el éxito de Patria, de Fernando Aramburu. Es el libro más vendido en 2017 (y desde que se publicó en 2016). A las masivas ventas (casi 300.000 ejemplares), propias de otros tiempos, se ha sumado el Premio de la Crítica  a la mejor obra de narrativa, y el premio Francisco Umbral al mejor libro de 2016. Es un éxito de crítica y público. Ahora, cuando se celebra la Feria del Libro de Cádiz, es buen momento para recomendarlo. No es un best seller en plan thriller. Y, aunque se basa en un lenguaje coloquial, todo está medido para definir y completar una obra de referencia, que culmina lo esbozado en los relatos de Los peces de la amargura y en su novela (corta) Años lentos. Se publicó en el momento justo: cuando se consumaba el fracaso de ETA.

Aunque este libro se ha vendido mucho, y los políticos lo elogian, algunos no lo han entendido. No es un panfleto. Intenta ser objetivo, que no es lo mismo que equidistante. Pues en Patria quedan muy claros los crímenes de ETA. También la denuncia del sufrimiento de las víctimas y sus familias, cuyas vidas marcaron y frustraron para siempre. Y lo que supuso para los vascos: una sociedad rota, donde los amigos se convierten en enemigos por las diferencias políticas, y donde los sentimientos tropiezan con la complicidad, el miedo o la cobardía de quienes amparan o toleran la violencia.

Sin embargo, también es interesante leer Patria desde el lado de los verdugos. Especialmente en Cádiz, donde la concejala cultural de Ganemos no ha conseguido que Aramburu venga a la Feria del Libro. A pesar de que el concejal memorioso de su partido invitó a un edil de Bildu, Xose Martin Abaurrea, que antes militó en Batasuna y fue comprensivo con esos crímenes. Bueno, pues quizás hay que ponerse también en el lado de los abertzales para condenar a ETA como lo que ha sido: un horror y un error, que causó sangre, dolor y lágrimas. Entre las víctimas, e incluso entre ellos mismos.

Es lo que se aprecia en el personaje del etarra Xose Mari. Está preso en El Puerto, desde que tenía 26 años, por sus crímenes. Ha sido detenido (y torturado), encerrado desde hace 17 años en prisión, ha desperdiciado su vida. ¿Para qué? Para nada. Para pudrirse en la cárcel. “Después de tanta sangre, ni socialismo, ni independencia, ni pollas en vinagre”, dice en una frase, en la que refleja esa batalla inútil de ETA. Un error, que sólo provocó infinito daño.

Para eso sirve la memoria democrática verdadera, para comprender que desde el terror y el odio nunca se construye nada. Es la memoria de un fracaso muy cruel. Es una Patria perdida y hallada en un libro.

José Joaquín León