EL fallecimiento aún reciente del padre Gabriel Delgado ha vuelto a poner el foco de atención en el compromiso que siempre mantuvo con los pobres, especialmente con los migrantes. Como reseñaba José Antonio Hidalgo en la necrológica del Diario, fue nombrado delegado de Migraciones de la diócesis de Cádiz por el obispo Ceballos y ha sido de los pocos cargos que ha mantenido el obispo Zornoza. Y no por casualidad, sino porque el padre Gabriel Delgado era la mejor persona para desempeñar esas funciones. Además, por su forma de ser, permanecía ajeno a intrigas y devaneos de quienes han buscado su protagonismo personal por encima del servicio a la Iglesia. Su actitud siempre ha sido cristiana. Y se debe añadir que ya es el momento de poner a los llamados curas obreros de Cádiz en su sitio, que no es el altar del Che Guevara, sino con Cristo.

En el texto de elogio que hizo público el alcalde, José María González Santos, calificó a Delgado como “ejemplo de solidaridad y fe desde la defensa de los Derechos Humanos”. Suscribo ese comunicado de Kichi, donde quizá se reflejan las vivencias de su pasado personal. El compromiso con los pobres, los migrantes, los más necesitados de la sociedad, forma parte indisoluble del mensaje cristiano. Así lo recuerda también el Papa Francisco. Por eso, el mensaje colisiona frontalmente con quienes defienden la xenofobia, el odio o el clasismo. Por eso hay que apoyar medidas como el salario mínimo o el ingreso mínimo vital, que contribuyen a la dignidad de las personas.

Aquellos curas que se llamaron obreros y no se salieron han tenido actitudes coherentes. Se puede vivir el cristianismo desde unas perspectivas más barrocas o más sencillas, más apegadas a los ritos o menos formales. Pero lo que se criticó a cierta Teología de la Liberación no fue el compromiso con los pobres frente a los ricos déspotas, sino el olvido de Dios, que es el fundamento. Ese no es el caso de sacerdotes gaditanos a los que algunos han considerado un poco especiales, como Gabriel Delgado, o como José Araujo, o incluso como el padre Juan Martín Baro. El padre Araujo no ha sido anticofrade, como creían sus críticos, sino que tenía su idea personal, y y ya jubilado, ha seguido con su fe viva. Al padre Martín Baro dicen que lo han relegado a Puntales. Pero Puntales también existe. Es una referencia. Incluso para participar como predicador en la novena de la Palma, o en las lecciones de erudición bíblica que imparte.

Más allá de las leyendas urbanas, está la realidad. No podemos juzgar al prójimo, y lo que da fruto es el testimonio.

José Joaquín León