LA gente obediente lo está diciendo: se nos va 2021, que ha sido el año de las vacunas. Los chinos ponen a los años nombres de animales: la rata, el buey, el tigre, el conejo y otros así. Los chinos no le pusieron nombre al coronavirus, pero decían algunos científicos que el virus procede del murciélago o el pangolín. La madre que los parió (al murciélago y al pangolín, o al bicho que hiciera la faena), porque van dos años de contagios. En diciembre de 2020 Sánchez dijo que esto se acabaría de una vez por todas con las vacunas, y que alcanzaríamos la inmunidad de rebaño en agosto, o así. Y ya ven… Ahora el bicho se llama ómicron. Pronto no quedarán letras griegas.

Muchos hemos colaborado, en la medida de nuestras posibilidades. Dijeron: “a vacunarse” y hemos cumplido. Yo mismo me he vacunado este año tres veces contra el coronavirus y una contra la gripe. No pasa nada, sigo vivo. Es gratis y la pone el SAS, o sea la Sanidad Pública, que tiene en Cádiz una avenida. A pesar de las vacunas, el rebaño no se ha inmunizado todavía. Y el número de contagiados va viento en popa y a toda vela de mocos. Ya nos hemos dado cuenta de que las vacunas son como los yogures y tienen su fecha de caducidad. Lo que significa que en 2022 nos podrían vacunar dos o tres veces más. ¿Y qué pasa si se muere uno o una con diez vacunas puestas y los brazos esmorecíos de tantos pinchazos? Pues tampoco pasa nada. Es cuestión de paciencia y humildad. En las corridas, cuando el torero pincha mucho, le dan tres avisos y devuelven el toro al corral. El toro regresa peor que el pangolín y el murciélago de Wuhan. El rabo de toro está buenísimo, mucho mejor que el asado de pangolín, con el que empezó todo en un mercado.

Fabricar vacunas es un negocio estupendo. Las vacunas son fabricadas por los de siempre: los americanos y los ingleses, los ganadores de la guerra mundial. También los chinos tienen sus vacunas y se las inyectan a los suyos, que son millones. Y en Rusia inventaron otra vacuna, que no se han puesto muchos rusos, porque conocen a Putin.

Este año 2021 también nos deja un gran descubrimiento en Cádiz: el alcalde Kichi es pitoniso y sabe profetizar las olas. Así como hubo un oráculo famoso en Delfos, ahora tenemos otro en La Viña. Vamos mejorando con respecto a Rappel y la Bruja Lola. Cuando se retire (“¡ojalá que sea pronto!”, he oído de fondo) podría abrir un consultorio. Para el año nuevo, le voy a preguntar: ¿Cuándo nos pondrán las próximas vacunas? ¿Quiénes ganarán el concurso de las Fiestas Típicas? ¿Dónde jugará el Cádiz la próxima temporada? Esta última es sencilla.

José Joaquín León