PUESTOS a elegir el mes más triste del año, en Cádiz muchos votos serían para noviembre. Es un mes que se afronta por compasión, porque no existe otra alternativa. El gran poeta cordobés Pablo García Baena escribió que noviembre “arrastra una pesada capa pluvial”. Una capa pluvial de funerales y sufragios, de evocar a las ánimas benditas del purgatorio. En noviembre se recuerda que el purgatorio también existe, pero no lo sabemos a ciencia cierta, sino que es una cuestión de fe. Y para los que no creen en el purgatorio, les queda noviembre, que es parecido, aunque más frío y más oscuro, sin esas llamas que aparecen en los cuadros antiguos de los retablos, precisamente quemando a las ánimas donde más duele el cuerpo.

Noviembre empieza con todos los santos que están en el cielo y con los difuntos. Se recuerda mucho, como digo, a los que sufren en el purgatorio, a las ánimas benditas, que reciben funciones a veces muy solemnes. Disfruten con esos réquiems que compusieron Mozart, Verdi, Fauré, Pergolesi, Penderecki y otros músicos con buen gusto. Algunos réquiems son una gozada, transmiten a las mil maravillas que el más allá es otra cosa. A mí me gusta un réquiem más que un popurrí de carnaval, que ya es decir. Y es de las pocas cosas bonitas que nos quedan en noviembre. Un mes nada carnavalesco, sin tablaos.

Con el cambio de la hora te hacen un agujero en el tiempo, y es como si le dieran un empujón al año por un barranco. Con el cambio de la hora, anochece más temprano, la ciudad está más oscura. Y ahora no llueve, o caen cuatro gotas, por culpa de la pertinaz sequía, pero cuando la gente hacía rogativas y llovía como Dios manda, noviembre era como un chorreo de lágrimas en el cielo, que lloraría de pena viendo cómo estaba Cádiz. Ahora no sé si está peor, depende para qué, pero las lágrimas del cielo se han secado. Ya no llueve.

En noviembre aparecen los puestos de castañas y las heladerías se transforman en lugares exóticos, o las cierran directamente, al modo de Los Italianos. Los comercios están vacíos, a la espera del Black Friday y las luces navideñas, que este año nos recordarán el milagro de la luz y las trampas de Eléctrica de Cádiz. La vida se despeña por noviembre, con la incógnita de hasta dónde llegará el IPC. En noviembre subirá menos, ya verán, por la cuenta que les trae.

En noviembre, no hay nada potable después de los Tosantos. Se abre un paréntesis, termina el ciclo litúrgico, se iniciará el Adviento que llevará hacia otra Navidad. Noviembre, en Cádiz, nos sugiere que la ciudad está muerta, pero no es cierto, aún respira.

José Joaquín León