VA a cumplir lo que prometió: dijo que no estaría más de ocho años como alcalde y ya ha anunciado oficialmente que no se presentará a la reelección. Lo va a cumplir, pero le ha costado trabajo decirlo. No necesitaría recordarlo si él mismo no hubiera alimentado dudas en los últimos meses. Aunque sabía que presentarse otra vez, además de incumplir su promesa, era arriesgarse a perder. No a perder por mentir, sino por su mala gestión como alcalde. La carta de despedida no viene a cuento. Debió esperar a mayo de 2023, cuando terminará su mandato. Al despedirse, queda la sensación de que ya tiene todo el pescado vendido; o todo el humo, que es lo que mayormente ha vendido.

En la carta apela al sentimentalismo, lo que es lícito y comprensible. Creo que ha sido honesto con sus ideas y coherente, como afirma, y eso se le debe reconocer. Y no creo que sea tan flojo como el sambenito que le han endosado. Además, es campechano, y tiene un talante irónico que en Cádiz se valora. Apelar a lo emotivo, a los ocho años pasados en el Ayuntamiento, se entiende. Y hasta que se ufane de estar al servicio de los ciudadanos. Aunque decir que esa dedicación es “un acto de amor y generosidad” hacia los gaditanos es darle un matiz como de flor de santidad.

El problema no han sido sus buenas intenciones, sino que las ideas son equivocadas y nada útiles para los tiempos que corren. Y que no sabe gestionar una institución como el Ayuntamiento de Cádiz. Se puede ser buenísimo como persona humana, incluso mejor que Kichi, y no servir para alcalde o alcaldesa. Hay que saber gobernar. Y hay que saber atraer inversiones para que los gaditanos puedan vivir trabajando, sin emigrar y sin depender de las limosnas públicas. Para eso hay que crear las condiciones. En Cádiz, bajo su mandato, el único negocio que ha crecido ha sido el de los bares. Los principales comercios han huido, hasta de la calle Columela. Los servicios a los ciudadanos se han degradado. Se ha vivido del cuento. Y no hay ninguna obra pública importante que reseñar. Ni un proyecto de ciudad.

A veces desde fuera ven a Cádiz mejor que desde dentro. En la entrega del premio Federico Joly, el pasado martes, Pedro Pérez-Llorca, que es uno de los gaditanos ilustres residentes en Madrid, dijo una gran verdad: el mayor problema en Cádiz no es la escasa inversión pública, sino que hace falta atraer a personas con talento, a gente creativa y capacitada. Y eso lo ve cualquiera que quiera ver, ya sea Eneas, Ulises, o hasta un ciego como Homero. Para ser alcalde no sirve cualquiera.

José Joaquín León