AL Mercado Central de Abastos siempre se le ha llamado La Plaza en Cádiz. En ese mercado se ha hablado mucho en gaditano y se ha contribuido a la difusión del parlamento de Cai. Pues no todo está en el Carnaval y en el flamenco (que también), como creen nuestras autoridades, sino que el pueblo le da vida al habla, como ha explicado el profesor Pedro Payán. Y el pueblo de Cádiz son los gaditanos en general. Estos días, con motivo del Congreso de la Lengua Española, las paredes de la Plaza se han llenado de palabras gaditanas. Y se ha vuelto a recordar ese evangelio lingüístico del gadita que es el libro El habla de Cádiz. Algunos parece que lo han descubierto ahora, pero se publicó por vez primera hace 40 años.

Y no se publicó por casualidad, sino porque lo escribió don Pedro Payán Sotomayor. Es justo reconocer sus méritos, que él mismo rebaja a veces, porque es un hombre modesto. Eso no debe llevarnos a la confusión. Ese libro no es un diccionario de ocurrencias gaditanas, que don Pedro fue apuntando, poniendo las orejas por las calles de la ciudad. Es mucho más serio. Procede de su tesina de licenciatura, elaborada en 1980, y titulada Contribución al estudio lingüístico del barrio de la Viña, que fue dirigida por el profesor Vidal Lamíquiz, uno de los más prestigiosos lingüistas españoles, por entonces catedrático en la Universidad de Sevilla.

Su tesis doctoral la presentó en la Complutense, en 1987. Se titulaba La pronunciación del español en Cádiz. Es un documentado estudio lingüístico sobre los modismos de los gaditanos. Fue dirigida por el profesor y académico Gregorio Salvador. En el jurado, que estuvo presidido por Manuel Alvar, estaba, entre otros, el profesor José Antonio Hernández Guerrero.

Precisamente, Hernández Guerrero había intervenido el 22 de julio de 1983 en la presentación de El habla de Cádiz, publicado por la Cátedra Municipal de Cultura Adolfo de Castro. Conservo dos ejemplares de la primera edición, adquiridos hace 40 años. Y puedo decir (y lo digo), porque es de justicia, que el prólogo de José Antonio Hernández Guerrero es magnífico. Un gran estudio lingüístico sobre este asunto.

Así que no se puede minimizar la aportación de Pedro Payán, como algo costumbrista. Y también se debería leer a especialistas eminentes, como Hernández Guerrero. Enseñan mucho más que quienes escriben o hablan de oídas y no saben de esa misa la mitad. A Pedro Payán le tenemos mucho cariño, es de los nuestros, pero hay que subirlo al pedestal. Su libro aporta una descripción léxico-semántica.

José Joaquín León