NOVIEMBRE es el mes en que se recuerda a los fieles difuntos y se vuelven los ojos misericordiosos hacia la eternidad. En Cádiz hay dos eternidades: la vida eterna (propiamente dicha) y los proyectos que venden todos los años y no hacen nunca. Antonio Sanz, al presentar los presupuestos de la Junta de Andalucía, dijo que el Gobierno andaluz se preocupa mucho por Cádiz y que la tiene muy en cuenta para las cuentas. Pero pasará otro año sin que avancen sustancialmente en los proyectos del Hospital de Puntales y la Ciudad de la Justicia. Y sin que se concrete qué va a pasar con el edificio de Valcárcel. Son tres clásicos gaditanos, que por cierto no tienen la misma utilidad.

De esos tres proyectos eternos, el más importante para los ciudadanos es el Hospital de Puntales. Y hay que asumirlo. No se trata de aprovechar un solar que no sirve para nada en los terrenos de la antigua CASA, junto a Loreto y Puntales. No se trata de que la Zona Franca pueda resarcirse (o dar un pelotazo) si hay un acuerdo para construir pisos en el solar resultante de un hipotético derribo del Hospital Puerta del Mar. No es eso. Se trata de que Cádiz tenga un hospital regional, con mejores servicios, una referencia sanitaria en la medicina especializada para una provincia con más de un millón de habitantes. No será la panacea universal, y no excluye proyectos sanitarios en otros hospitales y ambulatorios. Pero se trata de tener un referente al nivel de los 20 mejores hospitales de España. Y eso es lo que no construyen allí.

La Ciudad de la Justicia interesa mucho al estamento judicial y las profesiones relacionadas. En Cádiz han pasado por penalidades y han trabajado en indignas instalaciones durante las últimas décadas. Por eso, es necesario hacer lo que dijeron que harían desde los tiempos de Manolo Chaves en la Junta. Juanma Moreno también ha prometido el hospital y la sede justiciera, por lo que se ha incluido él mismo en esa deuda histórica.

En cuanto al edificio de Valcárcel, no puede tener la misma consideración. En los presupuestos le destinan cuatro millones, con los que avanzará poco. La UCA se lanzó a ese charco y no saben cómo salir. Por eso, los dos candidatos a rectores, Casimiro Mantell y María Mosquera (ambos con experiencia en el asunto), no muestran entusiasmo, y quizá no se atreven a decir lo que piensan en vísperas de votaciones. Sigo defendiendo el hotel de lujo que propuso Rafael Román, cuando era presidente de la Diputación. Pero eso es anecdótico. Cuando no hay dinero, sólo quedan unas promesas vacías.

José Joaquín León