ESTE artículo es bastante huachafo y lo entenderán mejor quienes hayan leído Le dedico mi silencio, la última novela de Mario Vargas Llosa, con la que el gran escritor se retira. Le ha salido un libro que es mitad novela y mitad ensayo, muy peruano, aunque con toques hispánicos. Para Cádiz es especialmente interesante, porque es una ciudad “un poco genovesa y un poco peruana”, según la glosó José María Pemán. Y porque Cádiz acogió el Congreso de la Lengua Española que se iba a desarrollar en Arequipa (Perú), y porque tuvo protagonismo el cajón, que es un instrumento peruano de necesidad, según Vargas Llosa. Y porque la huachafería es un concepto no sólo de aplicación peruana, y es parecida (aunque no igual) a lo cursi, una palabra que se inventó en Cádiz.

El cursi es definido en El habla de Cádiz por el profesor Pedro Payán como “la persona que presume de fina y elegante sin serlo”. Se atribuye su origen a Cádiz. Payán remite a Ramón Solís, que escribió: “En 1842 la revista gaditana La Estrella usa el adjetivo y sustantivo cursi sin entrecomillar”. Según escribe Vargas Llosa, a través de su personaje Toño Azpilcueta, que hace de alter ego, la cursilería es “la distorsión del gusto”. Y considera que la huachafería no pervierte el modelo de lo elegante, sino que crea un modelo en sí misma, con una forma propia y peruana. Lo más huachafo es el vals criollo. Un ejemplo sonado sería Chabuca Granda cantando La flor de la canela.

Entre la huachafería, la cursilería y la horterada se pueden establecer matices comunes y diferenciales, que no puedo explicar en un artículo, dan para una conferencia. Pero, leído el libro, se puede entender que lo huachafo no es sólo peruano. Así como lo español estuvo en sus orígenes, junto a otras culturas, vino de vuelta y se quedó. Por ejemplo, al Congreso de la Lengua no asistió el ministro de Cultura, Miquel Iceta, que es huachafo de manual, sobre todo cuando baila. Y el rey Felipe VI tocando el cajón incurrió en una huachafería.

De los cuatro alcaldes de Cádiz en la democracia, el más huachafo ha sido Kichi, y el menos huachafo Carlos Díaz. En el Carnaval, la mayor huachafería es la comparsa, seguida por el coro. En la Semana Santa, el colmo de lo huachafo es un maniguetero dando horquillazos en los husillos, aunque también lo es una imitación del andar del costalero. Así podríamos seguir. Y seguiré otro día.

Pero el premio al huachafo del año se lo lleva Carles Puigdemont, por méritos indiscutibles. Además, le ha dado coba a uno que se pasa de listo.

José Joaquín León