EL caso del alcalde de Puerto Real, Antonio Romero, de Podemos, es curioso e interesante. Él mismo ha reconocido públicamente que no es un político “al uso”, lo que traducido significa que no es un político, sino que debe ser un aficionado a la política, que se ha encontrado ahí por casualidad. Por ello, acaba de cometer un error muy grave, como es reconocer (con dos años de antelación) que no se presentará a las elecciones municipales de 2019. Desde ahora, se ha convertido en un alcalde provisional. Es un gesto sincero, incluso honesto. Se confiesa ante sus vecinos de Puerto Real, y les anticipa que no seguirá. Pero es un error de estrategia, que le hace prisionero de sus palabras. Le restará credibilidad y autoridad en los dos próximos años. Y, si cambia de opinión y decide presentarse, quedará como un mentiroso.

Se ha criticado, con razón, a los políticos profesionales. Son personas que sólo se han dedicado a la política. Ingresaron de jovencitos en las juventudes o nuevas generaciones de sus partidos. Empezaron a tener responsabilidades de gobierno, o de oposición, cuando eran unos pipiolos vírgenes en el ámbito laboral. Y así siguieron, en algunos casos hasta la jubilación. Se podrían dar nombres propios, pero no se trata de humillar a nadie. Eso tampoco significa que esas personas, de no mediar sus vínculos políticos, estuvieran en el paro. Quizá se ganarían la vida de otro modo. Como me dijo una vez Pepe Blas Fernández, con socarronería, se puede ser “un político profesional o un profesional en la política”.

También se puede ser un político aficionado o un aficionado en la política, como se ha visto con Antonio Romero. Los políticos profesionales presentan el inconveniente de que sólo conocen el mundo de los partidos. Los aficionados son personas que han llegado ahí por el azar. Así sólo pueden gobernar en plan chungo, asesorados y manejados por los funcionarios; sin ideas, sin aptitudes y sin nada que aportar. En los partidos de la nueva política, como Podemos, esto les pasa porque confiaron en activistas, que eran felices con un megáfono en una manifestación. Gobernar es diferente.

Igual que convocan oposiciones para funcionarios y otras profesiones, se deberían organizar para concejales. Un control de calidad. Hay demasiados políticos que no pasarían una entrevista con un responsable de Recursos Humanos. Son gente de carne y hueso, se les disculpa. Pero sus decisiones tienen consecuencias. Y, mientras eso sucede, es rarísimo que un buen profesional se arriesgue a desprestigiarse en la política.

José Joaquín León