LA evolución de la Semana Santa gaditana mantiene un matiz curioso. Las hermandades hacen lo contrario que los vecinos. Los vecinos del Cádiz antiguo se fueron a vivir a los extramuros en los pisos sociales (que construyeron durante el franquismo, mayormente, y después a cuentagotas), o en los pisos de renta libre que construyeron y siguen construyendo desde Bahía Blanca a Cortadura. Sin embargo, con las cofradías tenemos el mundo al revés. La de Luz y Aguas (como antes se la llamaba) fue desde San Antonio a San Felipe de Cádiz y después a la iglesia del Pilar de los marianistas en extramuros, para terminar en la Catedral Vieja del barrio del Pópulo. Y la Oración del Huerto, que era la cofradía de San Severiano, se ha mudado a Santa Catalina, en el Campo del Sur, en territorio del barrio de la Viña.

Ni en El Pópulo ni en La Viña necesitaban a estas cofradías. La mudanza se ha debido a que no se encontraban a gusto donde estaban. Es cierto que en Cádiz no existe relación directa entre el lugar donde residen los hermanos de una cofradía (que viven dispersos por la ciudad y la Bahía) y el templo de donde salen. Pero esta singularidad gaditana no implica que sea la mejor de las posibilidades.

¿Por qué no hay más cofradías en extramuros? La Borriquita volvió a San José. Ese traslado, que era coherente, tenía un inconveniente. La forma de llevar los pasos está pensada para itinerarios del casco antiguo. Un paso con cargadores no tarda el mismo tiempo que uno con costaleros. Pero hablar de costaleros en Cádiz es anatema, y es como mentar la bicha. No es como en Jerez, donde salen pasos de tres formas distintas, sin que los cofrades se rasguen las vestiduras.

Sin embargo, no influye sólo la forma de cargar los pasos. Se debe valorar más lo que representa una hermandad en un barrio periférico alejado de la Catedral. Y, si no se valora bien, no es sólo por culpa de los curas, como algunos dicen, porque no quieren cofradías en sus parroquias, sino que también se debe hacer autocrítica por parte de las hermandades. ¿Qué aportarían en Puntales, Loreto, La Laguna, la Barriada de la Paz o Santo Tomás de Aquino?

Esa es la cuestión. Aportar algo, o no. No consiste sólo en una procesión un día de Semana Santa, sino en vivir la religiosidad popular durante todo el año y ayudar a propagar la fe en esos barrios.

Considerando que en Cádiz ni siquiera hay una parroquia en el barrio de los Astilleros, se llega a la conclusión de que la evangelización en las periferias beduinas tiene un amplio margen de mejoría.

José Joaquín León