PARA Cádiz, su equipo de fútbol es más que un club. Es una de las tres C que conforman el arquetipo festivo de la ciudad. Con sus tópicos y sus curiosidades. Terminó una temporada en la que el Cádiz CF se ha reencontrado con la Segunda División. Aunque una parte de la afición tiene delirios de grandeza, la Segunda ha sido históricamente el lugar natural de Cádiz, que en el elenco de ciudades españolas no está entre las 20 más pobladas. Es cierto que la Bahía, junto con Jerez (donde no todos son cadistas, se supone), suma unos 700.000 habitantes. Y que esa es la cifra de Sevilla, según su padrón, que cuenta con dos equipos en Primera, uno de ellos finalista de la Conference League. Aunque Zaragoza tiene los mismos habitantes que Sevilla y ha estado a punto de ver a su club en Segunda B.
El Cádiz venía de Primera. Manuel Vizcaíno ha cometido dos errores gordos y gruesos. Uno fue fichar al entrenador Paco López, que mantuvo unos criterios de fútbol aseado incompatibles con los jugadores de su plantilla. Y otro no reforzar en el mercado de invierno, como era necesario. Con Garitano se vio que plantilla no era tan mala, sino descompensada, y con actitud irregular. Si la hubieran apuntalado bien en enero, ahora jugarían las eliminatorias de ascenso.
Pero se debe dar gracias a Dios y a Gaizka Garitano por haber evitado que el Cádiz CF descendiera a Segunda B. En el primer partido perdió 0-4 en Carranza con el Real Zaragoza, que empezó a lo campeón y después se ha salvado de cualquier manera. Esta categoría es muy difícil. Disputan 42 partidos. Sufren baches inevitables. Hay que obtener un rendimiento adecuado de los futbolistas. Las plantillas de los descendidos, como el Tenerife del idolotrado Álvaro Cervera (que no lo ha salvado), son de semejante nivel a las de arriba. Hay mucha igualdad. Ningún crack quiere jugar en esa categoría, excepto que salga de la cantera.
De ahí que sea necesario algo que el Cádiz no ha tenido: una cantera decente y una afición entregada. La cantera es imprescindible en esta categoría, por motivos económicos y deportivos. El sector más ruidoso de la afición estuvo contra Manuel Vizcaíno, pero también acabaron enfrentados con varios jugadores. Otro hándicap. En ambientes enrarecidos nadie asciende, eso es seguro. Por eso ha sido una suerte que no descendiera, ya que se cumplían varios requisitos importantes para terminar otra vez en Segunda B.
Nadie debe estar contento. Y muchos deberían hacer examen de conciencia. O aficionarse a los bolos o la petanca, que es otra posibilidad.
José Joaquín León