CUANDO se habla de la pérdida de habitantes de Cádiz se comete un error: se limita a lo cuantitativo. Es decir, al número de habitantes. Tiene, entre otras cuestiones, un trasfondo político, como casi todo en este país. Influye para el número de concejales. Y si Cádiz baja de 100.000 habitantes, el Ayuntamiento perderá ingresos. Por supuesto, afectará a los gaditanos, que recibirían peores servicios municipales, a no ser que pagaran más impuestos para compensar las pérdidas. Sin embargo, hay otro problema no menos importante: el cualitativo. Porque la cualificación profesional del gaditano que se ausenta suele ser alta.
No voy a cometer la simpleza de pensar que sólo se van los de más alto nivel profesional y sólo se quedan los que no tienen otra alternativa. Sería injusto. Tampoco se puede pensar que es un problema exclusivo de Cádiz, por la falta de viviendas asequibles o de empleo. En las provincias del entorno de Madrid (Segovia, Guadalajara, Toledo, Ávila, por ejemplo) muchas personas emigran a la capital o su periferia. A pesar de que los pisos son más baratos en su municipio de origen. En no pocos casos, se aprecia otro fenómeno: hay personas que siguen viviendo en sus pueblos o ciudades, pero trabajan en la capital. Es más factible cuando las distancias son de una hora (o menos) para los desplazamientos.
Sin embargo, en Cádiz, por su ubicación, es más complicado. A lo sumo, se puede trabajar en Sevilla, o en otro municipio de la provincia de Cádiz, y residir en la capital gaditana. En tal caso, realizaría desplazamientos diarios de duración variable. Por supuesto, ir y volver todos los días de Sevilla no es lo habitual, aunque se conocen casos. Y no se puede trabajar en Madrid y hacer ese desplazamiento todos los días desde Cádiz. Es una ciudad alejada de los grandes centros de empleo, donde el nivel profesional es más alto.
Por eso, es frecuente que los jóvenes gaditanos cualificados emigren a Madrid, a Barcelona o al extranjero. Igual se puede decir de los trabajadores especializados. Las posibilidades laborales son mejores. En esas circunstancias, el mayor problema para Cádiz no es sólo que pierda habitantes (un problema cuantitativo), sino que pierde talento (un problema cualitativo), además se reduce el gasto y afecta al consumo.
En verano, sobre todo en agosto, se nota la diferencia. Muchos de esos gaditanos con más poder adquisitivo han vuelto para pasar las vacaciones. Agosto es el barómetro para medir un Cádiz imposible: el Cádiz de la diáspora.
José Joaquín León