A las banderas rojas se les suele tener miedo. Entre otras utilidades, la Bandera Roja puede ser comunista, del Osasuna de Pamplona, o bien para alertar de la prohibición de bañarse en una playa. A estas últimas, que son las más alarmantes, se les ha prestado mucha atención en los últimos días. Han llenado las playas de la costa gaditana de banderas rojas, prohibiendo el baño, en tres días de la segunda quincena de agosto. Con hoteles y apartamentos pagados a precios de oro. Y los del sector hostelero quieren que se bata el récord de turistas. Aunque los incendios y las banderas rojas no son el mejor reclamo publicitario. Sí, siempre les quedarán las piscinas de los hoteles, o las bañeras de sus habitaciones.
¿Se ha exagerado con las banderas rojas? Esta vez no. Pero algunos surferos, habituados a los bravos mares cantábricos y vascos, consideran que en Cádiz los colores están subidos de tono. Es decir, que cuando en La Victoria y otras playas gaditanas se pone una bandera amarilla debería ser una verde limón con reparos. Y que cuando se pone la bandera roja es como una naranja. Con excepciones, claro. Y sin olvidar que en Santa María del Mar surgen corrientes raras a veces, y que en Cortadura los días de oleaje hay una playa muy válida para el surf.
Esta es otra de las cuestiones a no olvidar. Las playas de la costa de Cádiz tienen una ubicación muy utilizada para el surf en Tarifa, y también en el flanco de costa que incluye las playas existentes desde el faro de Trafalgar hasta Conil, principalmente las de Mangueta y El Palmar. En esta playa ha surgido una industria surfera que la ha cambiado en los últimos años. Y no a peor, como dicen algunos ecologistas, porque antes era el paraíso de las construcciones ilegales, sin normas sanitarias, y con un tercermundismo digno de los hombres primitivos.
Estas mareas surgen porque “se han removido las aguas en el Océano Atlántico”, después del huracán Erin, que afectó sobre todo a Norteamérica, pero sus coletazos llegaron hasta las Azores, y el mar de fondo, con olas de hasta 3,5 metros, a algunas playas de las costas gaditanas. Pero quizás se debería reflexionar sobre las banderas, porque no es lo mismo prohibir el baño a un niño de tres años o a un anciano, o incluso alguien que no sabe nadar con soltura, que a un surfero que viene a surfear.
Además de las banderas verdes, amarillas y rojas, se pueden crear otras más específicas, que ya existen en playas del Norte. Sin olvidar que el mar siempre merece respeto. Y que las playas no se pueden confundir con las piscinas de agua salada.
José Joaquín León