HA sido muy comentado, entre los partidarios y detractores del alcalde de Cádiz, el nuevo look constituyente. Me refiero a la imagen que aportó el alcalde, más en plan señor González Santos bien maqueado que en plan compañero Kichi con camisa de leñador, como ha recibido recientemente en su despacho de la Alcaldía a ciertas visitas oficiales. El look constituyente resultó reconstituyente, aunque no del todo constitucional. Los del PP le afearon que no sonara el himno español en ese acto. Sin embargo, también es verdad que se izó la bandera roja y gualda, como correspondía a la celebración del día. Para algo que hace medio bien valoremos que pudo ser peor.

Esa foto de portada de Jesús Marín (en la que se veía a nuestro alcalde orlado con una corona de laurel, de la que colgaban lacitos con la bandera española constitucional) debería pasar a la historia local. También se le ve con chaqueta y corbata, arreglado para la ocasión como si fuera un alcalde propiamente dicho, en fiesta de gala, que es lo que se conmemoraba. Por otra parte, la orla de la corona vegetal le concede aspecto como de personaje histórico. Por decirlo claramente: un discípulo de Fermín Salvochea, que aparece noblemente acicalado en cuantas imágenes se conservan de él, todas dignas y con aires de prócer, ajenas a sus leyendas negras de anarquista de manual.

Por supuesto, esto tampoco significa que José María González Santos se nos haya vuelto más constitucionalista que José Pedro Pérez Llorca, que fue uno de los padres. Después de poner la corona, dijo algo de que España debe iniciar un proceso constituyente. En principio, para asegurar derechos imprecisos que al parecer no están asegurados. Aunque, en la Constitución vigente, lo que mejor se hizo fue asegurar los derechos que no había. Así que eso no se arregla cambiándola, sino cumpliéndola.

Al margen de himnos y cuestiones técnicas constitucionalistas, yo me fijaría más en las formas que en el fondo. Todavía hay esperanzas, si el alcalde González Santos ha entendido que a los actos oficiales de gala no hace falta que acuda disfrazado del compañero Kichi. Lo debería aplicar a otras solemnidades. Un alcalde es un alcalde, no es como un leñador del bosque. Y, de paso, se lo podría contar a su compañero Pablo Iglesias, que se engalana con esmoquin para la fiesta de los premios Goya y se viste de artista callejero (sin perro) cuando está el Rey por medio. La nueva política debe aprender a envejecer sin complejos. ¿Eso es lo que intenta decir Iñiguito Errejón? Es ley de vida.

José Joaquín León