YA no le corean aquello de “Vete pa Sevilla”, que era un bastinazo y se debía a las peleas familiares. Después del ascenso a lo que ahora se denomina la Liga 1/2/ 3 (pero todo el mundo conoce como la Segunda División), Manuel Vizcaíno está mejor valorado; y aún más después del pacto con Quique Pina. Así que Vizcaíno, al que supongo harto de que lo llamaran miarma y cosas así, está profundizando en los rudimentos del ser gadita. De manera que si la ilusión de algunos cargadores es salir de costaleros en las trabajaderas de un paso de Sevilla, este hombre ha recorrido el camino al revés: pasó de ser costalero a ser cargador. Y no suficientemente contento, ahora quiere ser corista.

En verano, aprovechó el acto de presentación del Cádiz a la Virgen del Rosario para expresar públicamente en Santo Domingo, delante de fray Pascual Saturio, sus deseos de cargar a la Patrona de Cádiz en su salida procesional del 7 de octubre. Al final, por culpa de un percance, no pudo salir cargando con la cuadrilla de Juan Pidre. Salir de cargador de la Patrona era un honor que no cumplió, pero ya había debutado. El Miércoles Santo de 2015 cargó el paso de misterio del Señor de la Salud, de la cofradía de las Cigarreras. Vizcaíno había salido antes de costalero en la cofradía sevillana de San Esteban, de la que es hermano, cuyo titular es precisamente el Señor de la Salud, advocado también del Buen Viaje, porque se encomendaban los viajeros que en otros tiempos salían de Sevilla por la Puerta de Carmona. Quizá fue como un recuerdo de sus propias devociones personales.

A Manuel Vizcaíno sólo le faltaba el Carnaval. Aunque tiene vínculos familiares desde que estaba en el Sevilla, antes de Locos por el Balón. Organizar una chirigota ilegal, o salir en un cuarteto, no parecía adecuado para un presidente del Cádiz CF, pues se hubiera prestado a malos entendidos. Más difícil todavía es colocarse en una comparsa, aunque cambie el grupo al completo, como le sucedió a Antonio Martín. Así que lo suyo era un coro. En las bateas es frecuente la presencia de cadistas y de capillitas.

Tras algunas gestiones, en las que estuvo implicado Emilio Aragón, podrá cumplir ese sueño en el próximo Carnaval con el coro callejero de Luis Frade. Parece que se denominará ‘Cuando dispara Robin Hoood, ojú’. No concursará en el Gran Teatro Falla (esa inolvidable experiencia), pero por algo se empieza. Así quedará definitivamente vacunado contra el virus de los miarmas, y demostrará que la evolución del ser humano es imprevisible: de costalero a corista.

José Joaquín León