RASGARSE las vestiduras por el acuerdo del PSOE con Bildu es una gran hipocresía. Todo está en la hoja de ruta que Pablo Iglesias le exige a Pedro Sánchez. Algunas intervenciones parlamentarias menores confirman objetivos mayores. Es lo que sucedió con Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, en el debate de los Presupuestos. Estaba con duras críticas a Ciudadanos, a pesar de que Inés Arrimadas se había subido al burro del que tira Frankenstein. Y para rematar la faena, Echenique expuso los verdaderos objetivos de su grupo: gobernar mucho tiempo y crear un Estado “plurinacional y republicano”. No hay que cerrar los ojos ni los oídos, eso es lo que buscan.

La intervención de Echenique fue aplaudida no sólo por sus compas de Unidas Podemos y afines plurinacionales, sino también por diputados del PSOE. Ese es uno de los problemas de los socialistas: se han mimetizado con el podemismo y dan una de cal y otra de arena. Por un  lado el jefe que manda y por otro los barones que ponen cara de asco. Pero Frankenstein tiene futuro. Unos presupuestos manejados por un Gobierno con podemitas y apoyados por independentistas, etarras no arrepentidos, y algunos que pasaban por allí. La esencia del Estado “plurinacional y republicano”.

¿Y qué pinta Ciudadanos arrimándose a ese contubernio? Se ofrecen al enemigo natural para lo que haga falta, así sea el estado de alarma durante medio año o los presupuestos que manejará Pedro en combinación con Pablo. El problema de Inés Arrimadas es el suicidio desasistido al que lleva a los suyos. Intenta arrebatar algunos votantes socialdemócratas al PSOE, mientras dice que es liberal.

El proyecto del Estado plurinacional y republicano, para que dure al menos una legislatura larga (y quizás otra más de propina), necesita que los independentistas amaguen, pero sin dar. Los de Bildu, con Otegi a la cabeza, ya han entendido que la independencia es un anacronismo de otros tiempos, la excusa para asesinar en los años del plomo, pero ya está pasada de moda. Igual sucederá en Cataluña, donde los independentistas se pelean entre ellos por conseguir el reparto de la Generalitat y hacer lo que siempre hicieron desde los tiempos de Jordi Pujol: crear el mayor nido de corrupción de la política española, envuelto tras la cortina de humo del separatismo.

Los indignados de ayer están hoy contentos: han conseguido el poder, ayudados por un PSOE débil y una derecha rota y vociferante. Ya no ocultan el objetivo final.

José Joaquín León