HA llamado la atención que el nuevo presidente de los EEUU, Joe Biden, comenzó la jornada de su toma de posesión asistiendo a una misa en la Catedral católica de San Mateo, en Washington. No sé por qué ha llamado la atención, ya que Biden nunca ha ocultado sus creencias religiosas. Estaban muy presentes en las medidas que defendió en la campaña y en las primeras que adoptó. Unas medidas que se inspiran en el humanismo cristiano y en la doctrina social de la Iglesia católica. Parecen de izquierda en EEUU porque allí gobernaba Trump, con unos planteamientos de histrionismo reaccionario y un talante chulesco, en sintonía con la América más profunda.

También se ha destacado que es el segundo presidente católico en la historia de los EEUU. Los dos que han tenido eran del Partido Demócrata y reformistas, como sucedió con JF Kennedy. A Joe Biden unos extremistas lo pintan de rojo y otros extremistas dicen que es un pederasta con un hijo drogadicto. Algunos medios lo ven como un señor mayor que pronto se retirará (si no sufre un jamacuco) para ceder el poder a Kamala Harris, a la que se presenta como prototipo de una izquierda feminista casi a lo Irene Montero. Aunque no es para tanto.

Yo veo a Joe Biden como un cruce de Joaquín Ruiz Giménez y Paco Vázquez, pero a la americana y defendiendo las mascarillas. Hay algo más importante: el humanismo cristiano es fundamental para la democracia. Eso se dice todos los años en las Jornadas de Católicos y Vida Pública, que organizan los propagandistas de la ACdP. Nuestra democracia europea no es una herencia exclusiva de la Revolución Francesa (allí rodaron muchas cabezas en la guillotina), sino especialmente del pacto entre los demócratas cristianos y los socialdemócratas tras la Segunda Guerra Mundial, para construir una Europa en libertad, que permitió a Alemania pasar de Hitler a Adenauer y Brandt. Ese es el modelo que ha funcionado para la prosperidad.

En España, se supone que la democracia cristiana está en el PP, a cuya internacional pertenecen, aunque lo ocultan demasiado. En teoría, hay algunos políticos que se consideran católicos en el PP y el PSOE, los principales partidos, y también en los demás, desde Vox a Podemos. El problema es que si no se les nota a la hora de actuar y votar, sirve para poco, o para nada. El compromiso democrático por el cristianismo no es sólo una creencia personal, sino que obliga al creyente. Y, cuando es coherente, beneficiará a toda la sociedad.

José Joaquín León