YA ha pasado un año desde que empezaron los confinamientos en España. La pandemia del Covid 19 ha dejado a la Unión Europea con las vergüenzas al aire. Después de varios meses de disputa entre los países para asignar los fondos, y de adoptar medidas discutibles que han provocado tres olas pandémicas, ha llegado el desastre de las vacunas. No han sido capaces de conseguirlas en número suficiente para las necesidades, ni tampoco de producirlas. Las principales vacunas están controladas por EEUU, el Reino Unido, Rusia y China. A pesar de que la de Pfizer está desarrollada por BioNTech, una empresa farmacéutica alemana. Ahí se ha demostrado que la UE retrocede entre las grandes potencias del mundo, sobre todo por su ineficacia política.

Borís Johnson está la mar de contento. Después de propagarse en toda Europa que el Brexit sería un fracaso, que los británicos iban al suicidio político, que su gestión de la pandemia era pésima, ¿qué ha pasado? En el Reino Unido el nivel de vacunación avanza, y es mucho más alto que en la Europa comunitaria. Han contado con su vacuna propia, la de Astra Zéneca/Oxford (cuyos efectos secundarios son polémicos), pero también con capacidad negociadora para conseguir las de Pfizer y Moderna.

En Gibraltar ya está vacunada casi toda la población, gracias a los envíos desde Londres. Los trabajadores españoles de la Base de Rota quieren que los vacunen como si fueran norteamericanos. En Canadá sobran vacunas. En Israel ya han inmunizado a casi todos sus habitantes judíos… La UE ha despreciado hasta ahora las vacunas de China y Rusia, sólo por prejuicios políticos. Mientras países con menos complejos van adquiriendo las producciones rusas y chinas.

Este fracaso originará enormes pérdidas a la UE. Por el retraso en la vacunación y por el coste que supone. Ursula von der Leyen se limita a mirar hacia otro lado, mientras dirigentes como Pedro Sánchez consideran que las compras comunitarias de vacunas han sido un éxito. Es posible que si las hubiera comprado España directamente todavía hubiera sido peor, viendo lo que pasó con las mascarillas al principio de la pandemia. Sin embargo, padecemos las consecuencias: en la salud y en la economía.

Está por ver qué ocurre en el futuro. Puede que el escepticismo contra lo europeo y el populismo extremista salgan beneficiados tras la torpeza y la incompetencia de Bruselas. Son burócratas que cobran magníficos sueldos, mientras convierten el sueño de la Europa libre en una pesadilla.

José Joaquín León