EL ministro Alberto Garzón es un ejemplo de lo que no debe ser un ministro. Por eso, no se pueden disculpar sus errores. No vale con decir que son garzonadas. No se le puede tratar como a los niños traviesos y metepatas. La vicepresidenta Yolanda Díaz, todavía de Unidas Podemos, ha dicho: “Es un metepatas, pero es nuestro metepatas”, lo que ha causado cierta perplejidad y ha contribuido al pitorreo general. Por eso, es justo pedir su destitución. Sería oportuno que Pedro Sánchez lo destituyera, aunque se sabe que no lo destituirá. Y no porque lo pida el PP, sino que ha conseguido indignar incluso a barones socialistas, como Lambán y García-Page, que están hartos de las pamplinas de ministros chiquilicuatres y metepatas como el citado.

Alberto Garzón ha seguido causando perjuicios al sector ganadero de España con sus declaraciones a The Guardian. El ministro Garzón, tras montar la polémica, ha salido por peteneras y dijo que habían traducido mal sus palabras. El ministro Garzón se cree que no tenemos memoria histórica. En julio de 2021, ya formó el taco con los ganaderos, cuando dijo que había que consumir menos carne. Fue entonces cuando Pedro Sánchez salió al quite, para decir lo del “imbatible” chuletón de buey al punto, un manjar de presidentes.

El ministro Garzón puede ser todo lo vegetariano que quiera, pero ha salido más chulito que chuletón. Según parece, no le gustan los bueyes, ni las terneras de Ávila; tampoco sabemos si otro día criticará el jamón de Jabugo, o las carnes del retinto de La Janda. El ministro Garzón es intensivo e intenso y tiene a los ganaderos hartos de coles de Bruselas. Es frecuente que meta la pata, como asume Yolanda. Tampoco se sabe nada de sus logros como ministro con cartera. Hoy en día ser ministro de Consumo sólo sirve para denostar nuestros productos cárnicos. Y no es una anécdota. En el extranjero pensarán: “Pues vaya porquería de carne venden en España, si hasta el ministro la pone como los trapos sucios”.

También hay que decir que este país tiene un ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, llamado Luis Planas, que fue consejero de lo mismo en la Junta de Andalucía, y que debería salir del burladero, con más arrojo, en casos como el que nos ocupa. Salir a pedir la cabeza política del colega de Consumo para embalsamarla en el panteón de los ministros perdidos, junto a la de Pablo Iglesias o José Luis Ábalos.

Cuando se nombra a mindundis para los gobiernos suelen pasar estas cosas.

José Joaquín León