LA buena gente está decepcionada con la nueva política que han puesto de moda los nuevos partidos, a la que se han sumado los viejos partidos de la vieja política, que ahora quieren ser tan nuevos y tan modernos como el que más. Por ello, están dispuestos a destrozarse, y después a reorganizarse, refundarse, o lo que hiciera falta. Un nuevo PSOE y un nuevo PP, con otros nombres más poéticos, convertirían en viejos a Podemos y Ciudadanos, que también deberían refundarse para ser más modernos. Y así seguirían. Pues la novedad era eso; o sea, nada.

Las claves de la nueva política pasan por una cuestión principal: hacer todo al revés de lo que sería lógico. Tengamos en cuenta que es una política basada en lo paradójico y lo surrealista, donde el único marxismo vigente es el de Groucho, Harpo y Chico. Todo lo que huela a sensatez y cordura parecerá viejo, mientras que cualquier majaronada tendrá visos de originalidad y encontrará eco mediático. Más aún en las televisiones que viven del frikismo.

Veamos algunos ejemplos prácticos. España puede tener un crecimiento de más del 3% del PIB y ha batido el récord de turismo con un Gobierno en funciones. Asombro del mundo. Es legítimo que nos preguntemos: ¿y por qué no se puede mantener a este Gobierno en funciones durante cuatro años? Podría hacer lo mismo que en minoría. Con un Gobierno en funciones hasta 2020 no hubiera sido necesario que el PSOE pasara por la batalla de echar a Pedro Sánchez, y no hubiera existido ningún riesgo de que buscara el apoyo de los independentistas y los radicales.

Pasa igual con las terceras elecciones. ¿A quién le interesaban cuando no se habían cargado a Pedro? Al PP, que iba a más. ¿A quién no le interesaban? Al PSOE, que caminaba hacia la insignificancia, según advirtieron Vargas Machuca y García Espinosa. Sin embargo, el PP quería evitar las urnas que le beneficiaban; y Pedro Sánchez hacía todo lo posible por hundir al PSOE en unas terceras decepciones. ¿Y ahora con la gestora? En el PP hay algunos listillos que sueñan con las elecciones navideñas, aunque lo disimulan. Mientras que en la gestora del PSOE están como locos por abstenerse y que sea presidente Rajoy.

A la vez que ocurre eso, Pablo Iglesias se autoproclama líder de la oposición. Ensaya discutiendo con Errejón, y cavando trincheras, con el populismo por bandera. Para colmo, mientras Puigdemont anuncia su consulta, las mangas largas de Piqué se convierten en una cuestión de Estado.

José Joaquín León