HAN pasado cinco años desde el referéndum ilegal convocado en Cataluña el 1 de octubre de 2017. Fue un desastre para Cataluña y para España, y lo sigue siendo todavía, aunque no se quiera reconocer. Hoy el laberinto catalán sigue sin ninguna pista de soluciones, ya que los principales partidos de España (PSOE y PP) y Cataluña (ERC y Junts) están en una dinámica de intereses electoralistas, sin posibilidad de arreglos a corto plazo. Y las autonomías del resto de España (entre ellas Andalucía, que es la más grande) sufren una mala financiación, que guarda relación con ese conflicto.

Los independentistas están peleados y al borde de la ruptura en el Gobierno de la Generalitat. Junts no ha roto aún porque perdería 23 millones de euros en sueldos y prebendas.  Junts y ERC insisten en un referéndum de secesión, con la diferencia de que Junts, embravecido con Puigdemont, lo quiere unilateral e ilegal, mientras que ERC defiende ahora un referéndum pactado en un acuerdo de claridad, que es inconstitucional. En la otra parte, el PSOE propone un diálogo, que es puro teatro. Y el PP se debate entre el bilingüismo cordial y el acercamiento al catalanismo moderado que defiende Feijóo, y la línea imperial del clan madrileño, que quiere a Cataluña como si fuera la Asturias de don Pelayo.

Sobre Cataluña se ha escrito mucho. Para mí, lo mejor son dos libros: El hijo del chófer, de Jordi Amat, y La burguesía catalana, de Manel Pérez. El libro de Jordi Amat es la biografía de Alfons Quintá, polémico periodista, que fue el primer delegado de El País y el primer director de TV3, y que se suicidó tras asesinar a su compañera en 2016. Como telón de fondo están los abusos de Pujol, que desembocaron en el procés independentista. El libro de Manel Pérez, subdirector de Economía de La Vanguardia, muestra la evolución de la burguesía en un conflicto que también es económico, por el auge de Madrid, favorecido desde el poder central, en detrimento de Barcelona, y por el déficit fiscal, la falta de inversiones del Estado y la crisis, que aprovecharon los soberanistas para impulsar la independencia.

El pacto de la Transición se ha roto y nadie aspira a recomponerlo. Cataluña ha entrado en otra crisis, ahora en la Generalitat. Nadie quiere elecciones anticipadas, un año y medio después de las últimas. Mientras los partidos van a lo suyo, muchos catalanes se sienten engañados, entre la anarquía y el desdén por la política. Y en el resto de España el anticatalanismo funciona.

José Joaquín León